Parece sorprendente lo difícil que resulta responderse uno mismo a la pregunta de por qué estudias medicina, cuando en tu cabeza es algo que no te has planteado, a lo que no has encontrado alternativa. Podría decir que es algo “que se siente”.
A diferencia de otros muchos de mis compañeros, no tengo memoria de querer ser médico desde pequeña como sueño de mi vida. Sin embargo sí recuerdo que me maravillaba que hubiera gente capaz de curar a los demás, como si de algo mágico se tratara. Así que finalmente, cuando llegó la hora de la elección del bachiller, fue cuando me decanté por esta carrera, porque yo también quería tener ese “poder mágico”. Además de porque me gustaba la idea de trabajar tratando con personas el resto de mi vida.
Al comienzo yo no estuve desencantada como cuentan otros compañeros, simplemente iba con la idea de que iba a tener que estudiar muchísimo, y comprendía que hubiese que estudiar cosas que no nos gustaran o que no fueran lo que esperáramos, para ser capaces de lograr aprender el resto más tarde.
Lo que jamás pensé, y que sin duda he descubierto en la carrera haciendo prácticas, es que me emocionaría tanto al ver que estás recuperando la salud de una persona desesperada por su situación. Es indescriptible la sensación de paz, felicidad y orgullo que se siente cuando ves que una familia confía plenamente en ti hasta el punto de sentirse en “tus manos”. Obviamente no he sentido esa sensación por mí misma, pero sí cuando esa era la actitud que veía por parte de los pacientes con el médico con el que estuviera haciendo las prácticas. Nunca imaginé que aprendería tanto de las personas, que conocería a gente tan variada con problemas y concepción de los mismos tan diferentes según las circunstancias de cada uno.
Por supuesto esto es lo que me ha motivado más en estos 6 años. Y lo que he utilizado para seguir y animarme en los momentos duros de la carrera por los que supongo que todos pasamos, cuando ves que te falta motivación, cuando te entran las dudas, y cuando más de un pésimo profesor día tras día, apoyándose en un Powerpoint aún con fecha del 2002 sin modificar desde entonces, parece que se esfuerza porque estar en su clase sea un suplicio. Evocar esos sentimientos y colocarlos en mi “Norte” ha sido mi mayor impulso en estos seis años.
También sabía que tomar la decisión que tomé supondría un reto, lo cual también me estimulaba.
Un reto por estar a la altura del resto de tus compañeros, muchos tan brillantes que no tienes más remedio que admirarlos.
Un reto por superarte cada día, por no cerrar tu mente a nada, por desechar todo tipo de prejuicios, por tener siempre tu mejor cara y mejor disposición para todos y cada uno de los pacientes que entran independientemente de la simpatía que te provoquen.
Un reto porque a medida que vas aprendiendo cosas eres más consciente de la magnitud de tu ignorancia.
Creo que todo esto te mantiene vivo, activo y hace que tus metas estén en continua evolución.
Por todo esto creo que mi decisión fue la acertada, porque no creo que nada pueda aportarme más satisfacción que la de ser un buen médico en el futuro. Y por eso animo a cada persona que comparta este sentimiento a no dejarse desilusionar por asignaturas poco interesantes, por ciertos profesores nada comprometidos, y por unas prácticas en las que a veces resultas ser solo un estorbo.
Animo a que cada persona busque sus “refuerzos positivos” que le hagan no perder la pasión que le hará alcanzar su máximo potencial. Y esto no es solo aplicable a medicina. En mi caso y supongo que en el caso de muchos de mis compañeros, hay algo que aunque refleje el tópico de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes” me ha acompañado durante estos 6 años: ver cómo un diagnóstico ha ensombrecido la vida de muchos de nuestros conocidos y reforzarme aún más en mi decisión de que estudio esto para ser feliz yo, pero también para que lo sean los demás. Y no hay nada más valioso que puedas otorgarles que salud, cuidados y apoyo a cada una de las personas que en su estado más vulnerable acuden a ti con la esperanza de que les devuelvas lo que es suyo.
Alumna del Hospital de Valme. 6º Medicina
A diferencia de otros muchos de mis compañeros, no tengo memoria de querer ser médico desde pequeña como sueño de mi vida. Sin embargo sí recuerdo que me maravillaba que hubiera gente capaz de curar a los demás, como si de algo mágico se tratara. Así que finalmente, cuando llegó la hora de la elección del bachiller, fue cuando me decanté por esta carrera, porque yo también quería tener ese “poder mágico”. Además de porque me gustaba la idea de trabajar tratando con personas el resto de mi vida.
Al comienzo yo no estuve desencantada como cuentan otros compañeros, simplemente iba con la idea de que iba a tener que estudiar muchísimo, y comprendía que hubiese que estudiar cosas que no nos gustaran o que no fueran lo que esperáramos, para ser capaces de lograr aprender el resto más tarde.
Lo que jamás pensé, y que sin duda he descubierto en la carrera haciendo prácticas, es que me emocionaría tanto al ver que estás recuperando la salud de una persona desesperada por su situación. Es indescriptible la sensación de paz, felicidad y orgullo que se siente cuando ves que una familia confía plenamente en ti hasta el punto de sentirse en “tus manos”. Obviamente no he sentido esa sensación por mí misma, pero sí cuando esa era la actitud que veía por parte de los pacientes con el médico con el que estuviera haciendo las prácticas. Nunca imaginé que aprendería tanto de las personas, que conocería a gente tan variada con problemas y concepción de los mismos tan diferentes según las circunstancias de cada uno.
Por supuesto esto es lo que me ha motivado más en estos 6 años. Y lo que he utilizado para seguir y animarme en los momentos duros de la carrera por los que supongo que todos pasamos, cuando ves que te falta motivación, cuando te entran las dudas, y cuando más de un pésimo profesor día tras día, apoyándose en un Powerpoint aún con fecha del 2002 sin modificar desde entonces, parece que se esfuerza porque estar en su clase sea un suplicio. Evocar esos sentimientos y colocarlos en mi “Norte” ha sido mi mayor impulso en estos seis años.
También sabía que tomar la decisión que tomé supondría un reto, lo cual también me estimulaba.
Un reto por estar a la altura del resto de tus compañeros, muchos tan brillantes que no tienes más remedio que admirarlos.
Un reto por superarte cada día, por no cerrar tu mente a nada, por desechar todo tipo de prejuicios, por tener siempre tu mejor cara y mejor disposición para todos y cada uno de los pacientes que entran independientemente de la simpatía que te provoquen.
Un reto porque a medida que vas aprendiendo cosas eres más consciente de la magnitud de tu ignorancia.
Creo que todo esto te mantiene vivo, activo y hace que tus metas estén en continua evolución.
Por todo esto creo que mi decisión fue la acertada, porque no creo que nada pueda aportarme más satisfacción que la de ser un buen médico en el futuro. Y por eso animo a cada persona que comparta este sentimiento a no dejarse desilusionar por asignaturas poco interesantes, por ciertos profesores nada comprometidos, y por unas prácticas en las que a veces resultas ser solo un estorbo.
Animo a que cada persona busque sus “refuerzos positivos” que le hagan no perder la pasión que le hará alcanzar su máximo potencial. Y esto no es solo aplicable a medicina. En mi caso y supongo que en el caso de muchos de mis compañeros, hay algo que aunque refleje el tópico de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes” me ha acompañado durante estos 6 años: ver cómo un diagnóstico ha ensombrecido la vida de muchos de nuestros conocidos y reforzarme aún más en mi decisión de que estudio esto para ser feliz yo, pero también para que lo sean los demás. Y no hay nada más valioso que puedas otorgarles que salud, cuidados y apoyo a cada una de las personas que en su estado más vulnerable acuden a ti con la esperanza de que les devuelvas lo que es suyo.
Alumna del Hospital de Valme. 6º Medicina
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