Los alumnos de la Facultad de Medicina de Sevilla reflexionan sobre las razones y las emociones que los motivan para estudiar medicina. Se invita a participar en el mismo a estudiantes de otras Facultades de Medicina u otras personas interesadas en participar en el mismo con sus comentarios (Students of the Faculty of Medicine of Seville reflect on the reasons and emotions that motivate them to study medicine. Are invited to participate in the students from other medical schools or other interested persons to participate in it with your comments). (Pablo Bonal Pitz).

Mi historia empezó con un tío que era médico al que admiraba y con el que pasaba muchas horas. Él me enseñó cómo vivir y amar esta profesión, eso jamás se me olvidará. Isabel Lara Granja Gómez.

Creo que como muchos de vosotros mi historia empezó con un tío que era médico al que admiraba y con el que pasaba muchas horas. Él me enseñó cómo vivir y amar esta profesión, eso jamás se me olvidará.

Con 17 años intenté entrar en medicina y me quedé  a 0,03 de la nota de ingreso. Hoy sé que aunque hubiera entrado posiblemente no hubiera terminado la carrera por mis circunstancias personales en aquel momento. Así que creo que acerté eligiendo enfermería. Tres años más  Terminé y me puse a trabajar. Y la verdad es que he disfrutado mucho siendo enfermera. Este trabajo te muestra lo peor y lo mejor del ser humano, te humaniza, te hace ver lo que es importante en esta vida y lo que no y te brinda momentos inolvidables, esa sonrisa de un niño, ese abrazo, ese gracias por todo. A pesar de lo mucho que me ha aportado ser enfermera, un día me di cuenta que quería seguir aprendiendo. Así que seis años más tarde de terminar enfermería, intenté entrar en medicina y lo conseguí.

Mentiría si dijera que no ha sido duro, compatibilizar el estudio y el trabajo ha sido una odisea, así que aún no me creo que me queden tres asignaturas para terminar la carrera. Han sido muchos los momentos en los que he pensado dejarlo pero han sido muchas también las personas que me han ayudado y animado y en especial quisiera mencionar a mi pareja que me ha comprendido y apoyado incondicionalmente durante todos estos años. Lo que demuestra que la elección más importante de la vida, no es la profesión que decidas desempeñar, sino la persona con la que eliges compartirla.

Lo último que quiero decir es que tengo 33 años y vivo esta nueva etapa en mi vida con muchas ganas, ilusión y, también por supuesto, con miedo por la gran responsabilidad que tenemos los médicos. Sólo quiero deciros que nunca dejéis de luchar por vuestros sueños y que nunca es tarde para lograrlos.

No hay nada más satisfactorio como el agradecimiento de un paciente. Carlos Rosell Martí

Desde muy temprano decidí que lo mío era estudiar Medicina, no sólo por el hecho de que era la única carrera y profesión que me gustaba y por la que sentía verdadera pasión, pues es cierto que como aficiones propias podía conectar con otras muchas carreras en cuanto a lo que se refiere a  materia general, pero nunca me las propuse como  profesión, ya que para mí es esencial estudiar aquello por lo que crea que merezca la pena y con lo que realmente disfrutes y te sientas realizado. Y pasados estos seis años, los cuales recordaré como los mejores de mi vida, pero también los más duros, me he dado cuenta que he hecho la elección correcta.

Estudiar Medicina implica muchas más cosas que el mero hecho de la formación. La Medicina es vida, y como tal, lo esencial es el trato con las personas. Tras cada caso hay una persona  a la que ayudar, y ello te ayuda para superarte día a día, pero también te enseña el lado más humano de esta profesión, y que considero que es el centro de ella, así como los momentos más duros.

En estos años de carrera no han faltado las motivaciones, pero también hay lugar para las desilusiones, e incluso, aquellos momentos en lo que se te pasa por la cabeza tirar la toalla. Pero es entonces, cuando gracias a uno mismo y al apoyo que tiene a su alrededor (amigos, familia, compañeros...) te das cuenta que hay que luchar para ser aquello que deseas ser, y que una victoria es mucho más satisfactoria y enriquecedora, cuando, al pasar los años, ves que tantos momentos sacrificados -y que tanto costaban sacrificarlos- han merecido la pena e incluso satisface mucho más ver la felicidad que provocas en aquéllos que han hecho posible que tú estés estudiando eso por lo que vivirás en un futuro y que tanto deseabas.

Una de las motivaciones por la que me decidí para estudiar Medicina, fue mi necesidad por conocer el cuerpo humano, su funcionamiento, y la inquietud que me producía saber cómo surgían las enfermedades y cuáles eran sus curas.

Cada uno tiene su motivo más íntimo por ser futuros médicos, pero todos coincidimos en que la Medicina es nuestra forma de vida. La labor asistencial y social, así como humanitaria es lo que nos diferencia del resto, ya que no hay nada más satisfactorio como el agradecimiento de un paciente. Personalmente, a pesar de tener miedo por terminar, y abrir una nueva etapa de mi vida,  sé que soy feliz por haber hecho esta elección.

No olvides nunca que fuiste un estudiante, con toda la ilusión que te da la juventud y las ganas de ayudar al que, en su estado más vulnerable, te necesita. Constanza Valenzuela López.

En un primer instante, me resultó especialmente difícil exponer mis razones para haber emprendido esta aventura, ya que desde un principio (y hasta hace poco) no era consciente de lo poderosos que eran.

Según cuentan las historias familiares, fue a los 8 años cuando por primera vez expresé mi deseo de ser médico, con la única e inocente convicción de “querer salvar vidas”. Pasó mucho tiempo desde entonces hasta cuando finalmente pude tomar la decisión, y fueron aquellas ganas (casi primitivas) las que eligieron por mí. Y ahora puedo decir con toda seguridad: no me arrepiento en absoluto. Todo esto me lleva a pensar que nunca debes olvidar a ese niño en ti, ese niño que muchas veces nos empeñamos en hacer callar. Es quien sabe lo que realmente te hará feliz.

Es una difícil decisión, y todos tenemos una historia y un trasfondo que nos cobija, pero puedo afirmar que, si cuentas con el apoyo de tu familia, el camino será siempre más fácil. Nunca menosprecies el cariño y la comprensión que pueden darte tus padres o las personas que quieres en los momentos de crisis.

Comenzar mis estudios en la Facultad de Medicina de Sevilla supuso un gran desafío, no sólo académico, si no también en lo personal. Un país diferente que, si bien se resistió en un comienzo, hoy en día es mi segundo hogar. Un hogar que me enseñó una de las lecciones más difíciles e importantes de la carrera: tratar con personas. Aprenderás que, durante tus 6 años como universitario, de nada te van a servir tus apuntes perfectamente cogidos, ni el Netter, ni el Harrison de última edición, si no tienes amigos. Ellos serán tu verdadero pilar para un reto que, te lo puedo asegurar, no será nada fácil, pero que todos conseguiremos salir airosos de él.

Por otra parte, siempre he pensado que hay carreras mucho más difíciles que Medicina. Pero esta es diferente; tienes que entregarte por completo a ella, echar muchas horas de tu tiempo libre y sacrificar cosas que, probablemente, con otra profesión no deberías hacerlo. Pero, cuando llegas a este punto, la perspectiva (que sólo da la experiencia) permite que veas que, cuando amas lo que haces, todo ha merecido la pena.

De todo lo que pude aprender durante estos 12 cuatrimestres, me quedo con lo que me enseñaron mis profesores y médicos tutores, bien mostrándome la pasión por esta forma de vida o por otro lado, más desafortunado, el tipo de médico que no quiero ser. Y es que, como en todos los sitios, siempre va a haber falta de vocación. No dejes que esto te desanime ni te desmotives, sólo recuerda que tú estarás ahí algún día. No olvides nunca que fuiste un estudiante, con toda la ilusión que te da la juventud y las ganas de ayudar al que, en su estado más vulnerable, te necesita. Si llegas a olvidarlo, siempre estás a tiempo de cambiar de oficio.

Para finalizar, sólo puedo decirte que nunca dudes de tus capacidades intelectuales, están ahí y, con esfuerzo y perseverancia, verás frutos muy pronto. Sólo preocúpate por saber si es esto lo que realmente quieres, si tienes lo necesario para afrontar los obstáculos diarios que te plantea esta forma de ver la realidad, si eres capaz de sentir el sufrimiento ajeno como propio. Puede que, sin haberte dado cuenta, ya estés en camino de convertirte en un(a) médico(a).


Constanza Valenzuela López. Estudiante de 6º año de Medicina. Hospital Universitario Nuestra Señora de Valme. Generación 2008-2014.

¿Por qué decidí estudiar Medicina? Alejandro MG.

En primer lugar he de decir que no es fácil explicar por qué decidí estudiar Medicina. Y no es fácil explicarlo precisamente porque la decisión no fue fácil. Es de suponer que ninguna decisión es fácil en la vida pero una de esta trascendencia y que macará tu devenir para siempre podríamos decir que lo es aún menos.

Pongámonos en contexto: verano de 2008. Había hecho un buen Bachillerato (en Ciencias de la Salud) y una gran Selectividad. Esta última mucho mejor de lo esperado, lo cual propició en cierta medida "a posteriori" mi decisión final. Durante el Bachillerato barajaba varias ideas en mente. Casi como todo el mundo, creo. Por aquel entonces me gustaba la Medicina, la Química, la Biología, la Biotecnología, la Farmacología e incluso la Ingeniería Informática (aunque esta última preferencia era un poco más remota, lo confieso). Una cosa tenía clara: me gustaba la Ciencia, en mayúsculas, y por tanto sabía que la carrera que cursara posteriormente había de ser de ciencias sí o sí. Hubo muchos compañeros en el Bachillerato de CC.SS. que tras acabarlo decidieron optar por carreras de Económicas o de Ciencias Sociales, lo cual es sin duda alguna muy respetable, pero yo sabía que eso no iba conmigo.

Aparte, yo no soy de los que se encasillan en una idea y de ahí no salen. Si no que tengo siempre abierto un abanico de posibilidades y de preferencias en mi cabeza para cuando llegue el momento de tomar la decisión final (algo parecido me está pasando ya con la especialidad que quiero hacer tras el examen MIR). A lo mejor es por esto que me cuesta más tomar las decisiones. Porque imagino que el que sólo quiere A, si consigue sólo B, rechazará B para seguir luchando por A. Pero si por el contrario te gustan muchas letras del abecedario…

Seguimos avanzando. Había acabado Bachillerato, Selectividad y ya sabía mi nota final. Ahora es realmente cuando llegaba el momento de tomar la decisión. El momento de ponderar y reflexionar. El momento de los pros y los contras. Los pros de la Medicina eran que me encantaba, que tenía un gran prestigio social, el hecho de la satisfacción personal a la hora de curar o salvar la vida de un paciente (esto es único de nuestra profesión) y también, por qué no decirlo, el casi inexistente paro dentro del sector que había por entonces en nuestro país (aunque esto último ha cambiado para mal desafortunadamente) además de contar con un salario bastante decente. Por el contrario, los contras eran la larga duración del proceso formador (6 años de carrera + 4 de MIR como mínimo) y el no dejar nunca de “actualizarse”, es decir, en Medicina nunca puedes dejar de estudiar porque tal técnica que hoy en día es la “crème de la crème” y en la cual eres buenísimo dentro de 10 años ya está obsoleta y no se usa, y existen otras técnicas más modernas que has de aprender a usar. Los médicos somos estudiantes desde que comenzamos la carrera hasta que nos jubilamos y esto era un factor muy a tener en cuenta.

Por otra parte el resto de carreras que me gustaban también ofrecían evidentemente sus pros y sus contras. El pro en la mayoría de ellas era su menor tiempo de formación/aprendizaje (3 ó 5 años), su menor dificultad y su menor dedicación personal. Mientras que los contras solían ser un más que dudoso futuro profesional y una tedia monotonía diaria sin muchos sobresaltos.

Mis padres y mi familia me decían que estudiara lo que quisiera y me gustara, lo cual obviamente estaba muy bien, pero por aquel entonces no ayuda demasiado, honestamente. Por otro lado mis amigos y compañeros del instituto me decían que estudiara Medicina, que tenía “cara y letra de médico”. En fin, lo de la letra me lo puedo imaginar pero sigo sin saber qué es tener “cara de médico” a día de hoy. Pero insistían, me decían que la tenía y que no dejara escapar la oportunidad, que no me arrepentiría. Así que tras varias semanas de reflexión (las que hay entre saber tu nota final y tener que realizar la solicitud a través del Distrito Único Andaluz) y de consultar con mis fueros internos, decidí hacerles caso y sobre todo hacerme caso a mí mismo y decidí estudiar Medicina.

Y seis años después puedo decir con total seguridad que no me arrepiento en absoluto. Más bien todo lo contrario. Me alegro y mucho. Y aunque a veces haya asignaturas que no me gusten, considere absurdas o incluso se me atraganten, tengo la sensación de haber elegido bien, de no haberme equivocado. Tengo la sensación de que me gusta cada día más lo que hago, de tener y haber desarrollado una vocación para ello, pero especialmente tengo la sensación de que la Medicina me deparará a mí, y por extensión también a todos mis compañeros de Facultad, grandes momentos y vivencias personales en el futuro a lo largo del desempeño de nuestras carreras profesionales.

Alejandro Medina Guillén. 6º de Medicina del HNSV.

He aprendido medicina de muchos médicos, pero sobre todo he aprendido medicina de los pacientes. Raquel Lamas Pérez.

En general me considero una persona un tanto indecisa. A menudo me pierdo en dilemas absurdos para tomar decisiones sin importancia. Sin embargo, estudiar medicina es algo que nunca tuve que decidir, para mí fue una de esas cosas que simplemente sabes con tanta certeza que ignorarlo iría en contra de ti mismo.

En mi familia no hay ningún médico ni nadie relacionado con el ámbito de la salud. Tampoco he conocido nunca muchos médicos, en realidad creo que hasta que empecé la carrera solo conocí uno, y puede que él sea en gran parte el culpable de que hoy esté escribiendo esto. Se llama Paco y era mi pediatra. No sabría decir por qué,  pero me sentía tan segura cuando él estaba cerca que sabía con total seguridad que si él decía que algo estaba bien era que lo estaba, y si algo iba mal él lo arreglaría.

Quería que los demás se sintieran conmigo como yo me sentía con él.

Así que sin saber muy bien por qué me encontré a mí misma hace unos años en la facultad  medicina y nada más empezar  supe que estaba donde tenía que estar. Aunque en aquel momento no tocáramos la parte clínica ni de lejos, necesitaba saber más sobre el ser humano para satisfacer mi curiosidad por todo. Necesitaba saber por qué nos suena la tripa cuando tenemos hambre, cómo circula la sangre por el cuerpo o por qué me pongo colorada si me habla el chico que me gusta. A día de hoy mi curiosidad sigue pidiendo aprender más y más, y es algo que espero que nunca cambie.

La primera vez que entré en un hospital en mi vida lo hice como estudiante de 2º curso de medicina, en unas prácticas voluntarias en mi ciudad, y fue una mezcla entre decepcionante y confuso. No soportaba la forma que tenía aquel médico de tratar a los pacientes, de ignorarles cuando hablaban y de reírse por lo bajo de ellos. Me hizo replantearme si realmente sabía dónde me estaba metiendo y qué clase de persona quería ser.  Duré 2 días y no volví a ir.

Por suerte, al curso siguiente comencé mis primeras prácticas reales en el hospital, en el servicio de Medicina Interna, y las hice de la mano de un médico que me hizo volver a creer en lo que hacía. Solía decir que se hizo internista porque no concebía al hombre como la suma de sus partes, y por eso quería limitarse a estudiar solo alguna de ellas. Me enseñó a explorar, a hacer historias clínicas, a pensar, a saludar a los pacientes con un “buenos días” y una sonrisa bien amplia y que apretar con fuerza la mano de una persona tiene más poder que cualquier ansiolítico. Me demostró que la medicina es el punto exacto en que se unen la ciencia y el amor por los demás.

He aprendido medicina de muchos médicos, pero sobre todo he aprendido medicina de los pacientes.  Aún me sorprende que alguien que está enfermo te deje explorarle y acribillarle a preguntas porque “vosotros sois el futuro, tenéis que aprender para curar a más personas como yo”; o que alguien en fase terminal de su enfermedad te diga que es feliz porque ha disfrutado y sigue disfrutando de la gente a la que quiere, que no hay que arrepentirse de lo ya pasado y que hay que luchar y vivir. Más de una vez se me ha saltado alguna lágrima rebelde al verles pasarlo mal, pero otras muchas no he podido contener una alegría inmensa al decirles que ya estaban bien y podían volver a casa. Son ellos los que cada día me dan lecciones sobre la medicina y sobre la vida.  Son ellos la verdadera razón de ser médico.

Me quedan apenas unos meses para pasar ese punto de no retorno en el que dejas de querer ser médico para convertirte en uno de verdad, y aún no tengo muy claro lo que eso implica. No sé por qué quise comenzar este camino, no sé hasta qué punto puede cambiar mi vida y mi visión de las cosas y no sé qué clase de médico  voy a ser; pero me alegra estar segura de que me quedan muchos años de profesión por delante para descubrirlo.

No sé si será la profesión más bonita del mundo, pero sí sé que es a la que quiero dedicarle mi vida.
Raquel Lamas Pérez. 6º curso HUNS Valme. Curso 2013-2014

Muchos médicos, que fueron excelentes conmigo, participaron en mi estancia y cambiaron algo en mi interior. Eran la materialización de lo que imaginaba ser de pequeño. Cada uno a su manera, me proporcionaron una visión de la medicina que yo desconocía, la preocupación y el cuidado de las personas, cuánto debe saber un médico, la devoción a su trabajo… Entonces ya tuve lo tuve claro: iba a ser médico de mayor. Víctor Manuel Sández Montagut.

Desde que tengo recuerdos, siempre he querido ser médico. Cuando era pequeño y jugaba, lo hacía simulando que era un médico. Si echaba un partido con los amigos, yo era el médico del equipo. Si querían montar una banda de música, yo sería el médico de la gira. Fuera cual fuera la temática, yo quería ser el que curaba y ayudaba a que se recuperaran. No sé de donde viene este deseo, pues en mi familia nunca ha habido médicos que hayan influido en mí. Pero la realidad es esa.

Pero nunca lo he tenido tan claro como desde los doce-trece años. Cuando llegó el verano de mis doce años, comencé a sentirme mal. No me apetecía salir, me encontraba cansado y me daba fiebre, que al comienzo era baja, pero a lo largo de las semanas se hizo alta. Mi madre me llevaba al médico cada vez que me daba esta fiebre y cada vez sospechaban infecciones, por lo que me mandaban antibióticos y analgésicos. Entonces me ponía mejor.

No transcurría una semana, cuando volvía a empeorar. Apareció una tos rebelde que no se iba con nada y tras varias visitas de nuevo al médico, mi madre exigió una prueba. Algo tan simple como una radiografía mostró el terrible proceso. Fuimos al servicio urgencias del hospital y tres días más tarde estaba ingresado en el ala de oncología del Hospital Virgen del Rocío.

Muchos médicos, que fueron excelentes conmigo, participaron en mi estancia y cambiaron algo en mi interior. Eran la materialización de lo que imaginaba ser de pequeño. Cada uno a su manera, me proporcionaron una visión de la medicina que yo desconocía, la preocupación y el cuidado de las personas, cuánto debe saber un médico, la devoción a su trabajo… Entonces ya tuve lo tuve claro: iba a ser médico de mayor.

Pero pasó el tiempo y llegó una época turbia de mi vida. Segundo de Bachillerato constituyó el año más raro en mi vida. Ocurrieron una serie de acontecimientos que me desconcertaron y no me permitieron ser yo mismo. Tomaba decisiones equivocadas a todas horas y me alejaba de mi objetivo cada vez más. De hecho ya no quería ser médico. Ni quería ser nada. No sabía que quería.

Por suerte, la orientadora de mi instituto me dio un consejo brillante: no te cierres puertas, si no tienes claro qué hacer, haz algo que te guste y que te permita en un futuro retomar tus sueños. Y así lo hice, me matricule en el Grado Superior de Laboratorio de Diagnóstico Clínico.

Me encantó. Sólo hablábamos del cuerpo humano, de técnicas de laboratorio, de pruebas analíticas y de enfermedades. Me maravilló a tal punto que a las pocas semanas decidí retomar mi rumbo: sería médico. Podría escribir muchísimas líneas sobre todo lo que me aportó esta época de mi vida, pero me alejaría del tema.

Tras dos años, cautivado por esta formación, terminé. Tenía una buena nota, así que pude matricularme en medicina. Ahora me quedan meses para terminar y me siento contento y orgulloso de mí mismo.

Así que, ¿por qué estudiar medicina? Porque siempre ha sido mi ilusión.


Víctor Manuel Sández Montagut.
6º Medicina. HUNS Valme.

Fue con gran orgullo que mis padres me ayudaron a perseguir mi sueño de estudiar medicina, aunque para ellos lo importante era que estudiara y trabajara en lo que a mí me hiciera feliz. Sofía Pimentel Diniz.

Creo que puedo decir que una de las grandes razones por la que escogí estudiar medicina fue gracias a los dos buenos ejemplos que tengo en mi casa y que siempre han sido mis referencias. Desde siempre que las conversaciones en mi casa son muchas veces sobre medicina, el hospital, los pacientes y las enfermedades. A pesar de todos los problemas que podían tener en el trabajo mis dos ejemplos siempre hablaron de la medicina con mucha dedicación, amor y orgullo por lo que hacían y siempre han sido grandes defensores de la salud pública. Creo que fue así, que ellos, de forma inconsciente, hicieron que pronto me enamorara de la medicina.

A pesar de haber pensado en otras profesiones como posibilidades para mi futuro - la gran mayoría relacionadas con la salud- nunca hubo ninguna que me llamara más que la medicina. Fue con gran orgullo que mis padres me ayudaron a perseguir mi sueño de estudiar medicina, aunque para ellos lo importante era que estudiara y trabajara en lo que a mí me hiciera feliz.

Y llegar hasta aquí no fue nada fácil… tuve que abdicar de muchas cosas, entre ellas mi casa, mi familia, mis amigos y mi país. Después vinieron los años duros de la facultad, estudiando más que todos mis amigos en otras carreras, siendo incomprendida cuando decía que no podía quedar con ellos porque tenía que estudiar… la medicina exige mucho de uno mismo, consume  muchas horas de nuestra vida, muchas horas de preocupación, muchas horas de estudio y muchas horas de no poder hacer lo que me apetece… pero a pesar de todo eso, lo que viene después compensa muchísimo! Al final vamos a hacer lo que yo considero como una de las profesiones más nobles del mundo: ayudar a quienes más lo necesitan! No hay nada más gratificante que saber que de alguna forma hemos ayudado a resolver el problema de una persona, a curar una enfermedad, a aliviar un dolor, o simplemente a escuchar sus preocupaciones.

Sé que lo que el futuro me reserva no será nada fácil pero espero dar lo mejor que pueda todos los días, aprender con los errores, esforzarme cada día más y ayudar lo más que pueda a cada una del personas con quien me cruce. Espero no perder nunca las ganas ni la motivación, no amargarme nunca ni hacer lo que infelizmente he visto algunos médicos hacer… tratar mal a sus pacientes y a sus estudiantes. No somos nosotros (estudiantes), ni los pacientes- ni tampoco los médicos! -  los responsables por todos los problemas de la sanidad pero me gusta creer que si todos damos lo mejor de nosotros mismos cada día, podemos mejorar la situación o por lo menos hacerla un poco más llevadera.

"Dar el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera."  Albert Schweitzer

Sofia Pimentel Diniz. Alumna de 6º curso de la Facultad de Medicina de Sevilla.

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