Cuando termine el bachillerato, entre mis opciones había carreras cortitas, me plantee hacer una diplomatura, porque, aunque medicina era la carrera que siempre me había gustado, yo sabía que iba a implicar un gran sacrificio, y no estaba segura de querer meterme en ese embrollo. Me parecía eterna, que no iba a terminar nunca. Estuve a punto de no ponerla como mi primera opción, pero finalmente lo hice, fue como una llamada. Ahora veo que fue un verdadero regalo haberla elegido, a pesar de todo.
La verdad es que si ha habido que sacrificar cosas, sobre todo el tiempo, tiempo para salir, para dormir, para relajarme, ¡hasta a veces para comer! Pero esos pequeños sacrificios en las épocas de exámenes me han enseñado muchas cosas, he aprendido a tener paciencia, a saber esperar, a tener voluntad, incluso a luchar contra mis impulsos internos, impulsos que me llevaban a levantarme constantemente de la silla mientras estaba estudiando. Sé que todo eso me ha hecho madurar, y me servirá para la vida. Ha habido momentos duros, eso está claro, pero la verdad, se me ha pasado volando, y poco a poco se ha ido confirmando que esto es lo mío, y ¿qué puedo decir?...que ha sido una experiencia única.
Lo que más me alegra, ahora a pocos meses de terminar la carrera, y al ser consciente día tras día de lo que sufren las personas, es ver que la profesión que he elegido va ligada tan plenamente a aliviar un poquito el sufrimiento de la gente, en la medida en la que yo pueda. Y aunque me cueste tanto levantarme por las mañanas, cada día, sabré que tengo la oportunidad de ayudar a algunas personas, con sus nombres y sus apellidos, y espero que esto no deje nunca de ser el aliciente que me despegue de las sabanas, un día con más ganas, otro día con menos, pero sin perder de vista que me he estoy formando y lo seguiré haciendo en función de un servicio. Y si este servicio me sirve para ganarme la vida, pues, la verdad, no tengo más que pedir.
Y ¿la especialidad? No sé dónde voy a terminar, a que me voy a dedicar, que será de mi vida profesional, pero todo es secundario, porque la felicidad que me pueda aportar la medicina sé que dependerá de la capacidad que tenga de poner amor en lo que hago, este escondida en el quirófano, o en primera línea de batalla, como médico de familia.
Así que, lo único que puedo decir, para concluir ya, es que estoy muy contenta de estar a las puertas de ser médico. Contenta, porque he descubierto que la Medicina es una ciencia preciosa. Contenta, porque la Medicina me da la oportunidad de no mirarme solo a mí, de no mirarla solo a ella, sino de mirar a los demás.
La verdad es que si ha habido que sacrificar cosas, sobre todo el tiempo, tiempo para salir, para dormir, para relajarme, ¡hasta a veces para comer! Pero esos pequeños sacrificios en las épocas de exámenes me han enseñado muchas cosas, he aprendido a tener paciencia, a saber esperar, a tener voluntad, incluso a luchar contra mis impulsos internos, impulsos que me llevaban a levantarme constantemente de la silla mientras estaba estudiando. Sé que todo eso me ha hecho madurar, y me servirá para la vida. Ha habido momentos duros, eso está claro, pero la verdad, se me ha pasado volando, y poco a poco se ha ido confirmando que esto es lo mío, y ¿qué puedo decir?...que ha sido una experiencia única.
Lo que más me alegra, ahora a pocos meses de terminar la carrera, y al ser consciente día tras día de lo que sufren las personas, es ver que la profesión que he elegido va ligada tan plenamente a aliviar un poquito el sufrimiento de la gente, en la medida en la que yo pueda. Y aunque me cueste tanto levantarme por las mañanas, cada día, sabré que tengo la oportunidad de ayudar a algunas personas, con sus nombres y sus apellidos, y espero que esto no deje nunca de ser el aliciente que me despegue de las sabanas, un día con más ganas, otro día con menos, pero sin perder de vista que me he estoy formando y lo seguiré haciendo en función de un servicio. Y si este servicio me sirve para ganarme la vida, pues, la verdad, no tengo más que pedir.
Y ¿la especialidad? No sé dónde voy a terminar, a que me voy a dedicar, que será de mi vida profesional, pero todo es secundario, porque la felicidad que me pueda aportar la medicina sé que dependerá de la capacidad que tenga de poner amor en lo que hago, este escondida en el quirófano, o en primera línea de batalla, como médico de familia.
Así que, lo único que puedo decir, para concluir ya, es que estoy muy contenta de estar a las puertas de ser médico. Contenta, porque he descubierto que la Medicina es una ciencia preciosa. Contenta, porque la Medicina me da la oportunidad de no mirarme solo a mí, de no mirarla solo a ella, sino de mirar a los demás.
Alumna de 6º curso de Medicina del Hospital Universitario de Valme.
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