Por dónde empezar, ¿la Medicina y yo?… supongo que nuestra relación empezó mucho antes de que yo naciese, en el momento en el que mis padres se enamoraron estudiando Anatomía y Fisiología en una Facultad de Medicina. ¿Vocación? Tampoco sabría qué decir. Aunque me viniese por doble partida y el anhelo por el saber, por la vida, corriese por mis venas; no fue hasta 4º de la ESO cuando decidí que era lo que quería hacer el resto de mi vida, y para lo que yo sin saberlo, estaba destinada a hacer. ¿Ciencias o Letras? Eso al menos lo tenía muy claro.
Siempre había sido una buena estudiante. En algunos momentos soy demasiado exigente conmigo misma. Siempre me gustó ponerme retos, cumplirlos y terminar lo que empiezo. Pero ¿Qué quería ser de mayor?
Durante años me negué a reconocer que quería seguir los pasos de mis padres. A sentir ese gusanillo por el saber, por comprender el porqué de la vida. Cuando mi padre decía muy seguro de sí mismo: “no hay una carrera como la Medicina, ni una vocación como la del médico”, yo resoplaba indiferente con ojos en blanco. No creo que fuese rebeldía, sólo que ponía un profundo interés en hacer mi propio camino y no guiarme por sus decisiones pasadas.
Cuando finalmente reconocí a mi familia que lo que en realidad quería ser era médico, no solamente les di una alegría, si no que sentí aún más dentro de mi fuero interno que era lo que quería por encima de todas las cosas. Me esforzaría al máximo para conseguir esa nota de corte que aparecía en mis peores pesadillas. No concebía mi futuro siendo otra cosa. Todos los planes B me parecían meramente teóricos.
Era una gran decisión. Estudiar Medicina no es algo que se pueda tomar a la ligera. Es toda una responsabilidad. Todos somos personas, y como tales queremos ser tratados. Cuando estamos enfermos nos sentimos vulnerables, indefensos, y lo único que queremos es recuperarnos en el menor tiempo posible. Pero ¿es eso lo único que deseamos? No creo. Necesitamos sentirnos apoyados, comprendidos y cuidados. Ahí es donde entra en juego el papel del médico, el del buen médico. Mi sueño es serlo algún día. Para mí no hay una mejor opción de vida que el ayudar al prójimo, al necesitado. Tratar a los demás como a nosotros nos gustaría ser tratados. Y para ello la Medicina me parece la mejor herramienta. Poder proporcionar salud me parece una gran oportunidad para realizarnos como personas y un gran regalo a nuestra sociedad.
No todo es un camino de rosas y lo pude comprobar nada más entrar en la carrera. De no saber que era un suspenso, pasó a ser algo habitual en mi primer cuatrimestre. Sentí el dolor que provoca ver que no llegas a tus objetivos y el miedo atroz de pensar que te has equivocado de camino, que ese no era tu destino. Pero aunque tuve ese momento de flaqueza, aun estando lejos de mi casa, no caí. Gracias al apoyo de los que más quiero me volví a levantar, a creer en mí misma. Volví a amar la idea de ser como mis padres y me agarré fuertemente a la sensación de que no importa lo que cueste, las horas que tenga que invertir o los baches que tenga que superar. En mi caso el fin justificaba los medios. ¡QUERÍA SER MÉDICO!
Ahora miro para atrás, y me parece increíble que ya esté acabando todo esto.
Ese vértigo que se siente al saber que son seis años los que te esperan por delante para ver terminada la primera fase de tu objetivo final. No es nada. Eso no es vértigo. Vértigo es el que se siente ahora que terminamos. El “sólo sé que no sé nada” después de todas las pilas de apuntes que hemos estudiado, meses encerrados para sacar la plaza en la especialidad y hospital que deseamos la idea de guardias y puertas de urgencias.
Y sobretodo vértigo a saber que estamos a un paso de haberlo conseguido, que pacientes y familiares pondrán su plena confianza en nosotros y que no podemos defraudarlos. No podemos perder nunca los valores humanos que nos han llevado a elegir esta profesión tan maravillosa.
Como dijo el gran filósofo griego Aristóteles: “No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho”. Eso es por lo que hemos invertido estos seis años. Saber el por qué de algunos de los grandes nudos que se nos plantearán en nuestra vida profesional.
Sé que muchos no compartirán mi opinión, pero siento que cada día estoy más cerca de creer que “no hay una carrera como la Medicina, ni una vocación como la del médico”.
Marta Aznar Boyarizo
Sexto de Medicina, Hospital Universitario Nuestra Señora de Valme.
Siempre había sido una buena estudiante. En algunos momentos soy demasiado exigente conmigo misma. Siempre me gustó ponerme retos, cumplirlos y terminar lo que empiezo. Pero ¿Qué quería ser de mayor?
Durante años me negué a reconocer que quería seguir los pasos de mis padres. A sentir ese gusanillo por el saber, por comprender el porqué de la vida. Cuando mi padre decía muy seguro de sí mismo: “no hay una carrera como la Medicina, ni una vocación como la del médico”, yo resoplaba indiferente con ojos en blanco. No creo que fuese rebeldía, sólo que ponía un profundo interés en hacer mi propio camino y no guiarme por sus decisiones pasadas.
Cuando finalmente reconocí a mi familia que lo que en realidad quería ser era médico, no solamente les di una alegría, si no que sentí aún más dentro de mi fuero interno que era lo que quería por encima de todas las cosas. Me esforzaría al máximo para conseguir esa nota de corte que aparecía en mis peores pesadillas. No concebía mi futuro siendo otra cosa. Todos los planes B me parecían meramente teóricos.
Era una gran decisión. Estudiar Medicina no es algo que se pueda tomar a la ligera. Es toda una responsabilidad. Todos somos personas, y como tales queremos ser tratados. Cuando estamos enfermos nos sentimos vulnerables, indefensos, y lo único que queremos es recuperarnos en el menor tiempo posible. Pero ¿es eso lo único que deseamos? No creo. Necesitamos sentirnos apoyados, comprendidos y cuidados. Ahí es donde entra en juego el papel del médico, el del buen médico. Mi sueño es serlo algún día. Para mí no hay una mejor opción de vida que el ayudar al prójimo, al necesitado. Tratar a los demás como a nosotros nos gustaría ser tratados. Y para ello la Medicina me parece la mejor herramienta. Poder proporcionar salud me parece una gran oportunidad para realizarnos como personas y un gran regalo a nuestra sociedad.
No todo es un camino de rosas y lo pude comprobar nada más entrar en la carrera. De no saber que era un suspenso, pasó a ser algo habitual en mi primer cuatrimestre. Sentí el dolor que provoca ver que no llegas a tus objetivos y el miedo atroz de pensar que te has equivocado de camino, que ese no era tu destino. Pero aunque tuve ese momento de flaqueza, aun estando lejos de mi casa, no caí. Gracias al apoyo de los que más quiero me volví a levantar, a creer en mí misma. Volví a amar la idea de ser como mis padres y me agarré fuertemente a la sensación de que no importa lo que cueste, las horas que tenga que invertir o los baches que tenga que superar. En mi caso el fin justificaba los medios. ¡QUERÍA SER MÉDICO!
Ahora miro para atrás, y me parece increíble que ya esté acabando todo esto.
Ese vértigo que se siente al saber que son seis años los que te esperan por delante para ver terminada la primera fase de tu objetivo final. No es nada. Eso no es vértigo. Vértigo es el que se siente ahora que terminamos. El “sólo sé que no sé nada” después de todas las pilas de apuntes que hemos estudiado, meses encerrados para sacar la plaza en la especialidad y hospital que deseamos la idea de guardias y puertas de urgencias.
Y sobretodo vértigo a saber que estamos a un paso de haberlo conseguido, que pacientes y familiares pondrán su plena confianza en nosotros y que no podemos defraudarlos. No podemos perder nunca los valores humanos que nos han llevado a elegir esta profesión tan maravillosa.
Como dijo el gran filósofo griego Aristóteles: “No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho”. Eso es por lo que hemos invertido estos seis años. Saber el por qué de algunos de los grandes nudos que se nos plantearán en nuestra vida profesional.
Sé que muchos no compartirán mi opinión, pero siento que cada día estoy más cerca de creer que “no hay una carrera como la Medicina, ni una vocación como la del médico”.
Marta Aznar Boyarizo
Sexto de Medicina, Hospital Universitario Nuestra Señora de Valme.
Quería decirte Marta que has logrado tu sueño,y por propia experiencia te puedo decir que te has convertido en una gran médico,y puedes estar orgullosa de ello,gracias en nombre de tus pacientes...
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