El
comienzo fue tal y como lo imaginé lleno de entusiasmo, pero no de
muchos profesionales de la medicina que me ilusionaran y me dieran
aplicaciones de lo estudiado a la relación con las personas. Es
cierto que necesitaba muchos conocimientos aún, pero también
necesitaba un poco de motivación y que mi aprendizaje no fuera una
decepción o una falta de equilibrio entre la importancia de las
asignaturas y su correcta aplicación a las personas. Aprendí que
los conocimientos científicos acerca de una profesión te dan las
herramientas para ejercerla racionalmente, pero, ¿es eso lo que se
espera de un médico?, ¿que diagnostique y trate al paciente como
una máquina hecha exclusivamente para acumular información y a la
que no hay que enriquecer de otras disciplinas? En mi opinión, es
esto precisamente lo que te enseña la carrera.
He
de decir que el último curso de la carrera donde nos encontramos, ha
despertado en mi aún más si cabía, el deseo de seguir estudiando
no para ser el premio Nobel de Medicina en un futuro sino estudiar a
cada persona individualmente, cosa que claro está, llevaría tiempo
hasta al más inmortal de los mortales. He aprendido a mirar desde
una mirada ajena, a sentir desde el corazón de otras personas y a
vivir feliz sabiendo todo lo que me queda por aprender. En este
sentido creo que este año si me he encontrado con un par de
profesionales que de modo personal y sincero han hablado con la
futura médico que voy a ser ,y no como una alumna, que no es ni
siquiera de notables, a la que hay que apretar las tuercas para que
sepa etiologías, patogenias, diagnósticos y tratamientos de muchas
enfermedades. Soy consciente que hay cosas de las que tendré que
empaparme para poder orientar bien la enfermedad de las personas,
pero también he pensado en estudiar otras disciplinas sean vía
universitaria o a modo de cursos, seminarios o grupos de trabajo para
aprender y entender al cien por cien la Medicina. En este sentido
nunca he tenido la necesidad de acabar antes que nadie la carrera, de
elegir especialidad por reconocimientos externos a la profesión o
por decir que un puesto en el MIR me hace mejor médico que otra
persona, cosa con la que día a día me encuentro en mi entorno.
Antes
quería ser médico, ahora quiero ser amiga, hija, vecina,
estudiante, compañera, y todas esas cosas que nos definen como
personas. No quiero ser médico por lo bonito o feo que sea la
profesión, quiero ser médico como una forma de vivir en el mundo,
incorporándolo dentro de mí como cualquier otro carácter
personal. Ante todo esto también me he preguntado centenares de
veces si mi forma de querer ver la medicina es la verdadera, si mis
motivos para haber comenzado su estudio y ahora para incorporarla
como parte de mi son válidos, o validados por la sociedad. Siento
que en muchas ocasiones voy a cruzarme con trabas burocráticas,
económicas y políticas en el ejercicio de la medicina pero también
soy muy positiva al respecto puesto que aunque existan presiones
externas, desánimos o incluso prohibiciones ante determinadas
acciones médicas, nadie puede quitarme la manera de entender la
medicina, pues sería quitarme mi propia personalidad y puedo
asegurar que ningún político o “alto cargo, que no alta persona”
podrá arrebatármela.
Hoy
por hoy he contestado a aquella persona que fui al empezar la carrera
y he comprobado que soñar es precisamente lo que nos hace estar en
el mundo y es por ello por lo que entiendo esta profesión como la
más cercana a tener bien puestos los pies en la tierra y la que me
hace despegarlos de él en momentos claves de mi vida. Soy
consciente también que terminaré la carrera exenta y discapacitada
para multitud de ocasiones que se me presentarán en la profesión y
que seguirá siendo una lucha diaria para adquirir los conocimientos
necesarios pero ¿es que acaso en la vida no vamos luchando y
superando absolutamente todo? Ante esto solo me queda decir la
satisfacción personal que me da seguir hacía delante con mi mirada
fija en esta magnífica forma de vida.
Alumna de 6º curso de Medicina de la Universidad de Sevilla.
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