Creo que mi ‘yo de
primero’ con unos cuantos kilos de ojeras menos que ahora y una
mirada algo más amable, menos cansada, habría respondido fiel a lo
que era. Una chica de 17 años con miles de proyectos en la cabeza,
unas ganas inmensas de absorber cualquier información que pululara a
mi alrededor y con una idea demasiado sobrevalorada de cómo sonarían
unos pulmones enfisematosos a través de mi fonendo. Hubiera
respondido que siempre había soñado con vestir una bata blanca y
andar por los pasillos de un hospital saludando a cada uno por su
nombre. Entrar en todas las habitaciones de los pacientes, sentarme
en sus camas, apagar la tele y simplemente charlar. Conocer su
enfermedad. No la del libro, sino la suya. De qué manera le duele,
sí, y cómo se irradia, pero también cómo le afecta cuando llega
al trabajo cada día sin haber dormido la noche anterior. Y cómo
desde entonces se ha vuelto una persona dependiente, y no puede
levantarse sin ayuda para ir al baño. De lo que le preocupa que
ahora sea su hija la que tiene que darle de comer a ella, cuando
hasta hace unos años era al contrario. Pensaba ser de esos médicos
a los que le preocupan las personas. Que quieren conocer su realidad
completa, su realidad sana y no solo su realidad enferma. En fin, no
sé si logro explicarme, porque ni yo misma recuerdo exactamente cómo
era esa imagen que había fabricado en mi cabeza antes de entrar en
un hospital vestida de blanco por primera vez.
A medida que fueron pasando los meses y
los años esa imagen se fue deteriorando. No encontraba esa
amabilidad por ningún rincón del hospital. Todo era burocracia,
papeleo y gestiones. El tiempo para ver a los pacientes se reducía a
una mínima parte de la jornada. Pruebas complementarias, exploración
física y plan terapéutico. ¿Pero y el momento de sentarse junto al
paciente y escuchar?, ¿cuándo llegaba esa parte en la que el
médico callaba, sonreía y simplemente escuchaba al paciente? Esperé
que llegara el momento pacientemente, pero a día de hoy todavía no
ha llegado. Por el camino me he encontrado auténticos genios de la
Medicina, de los libros me refiero. Pero ni uno, y es muy duro
decirlo tras seis años, ni uno solo ha sido para mí un referente.
Alguien de quien fijarme, de quien aprender, alguien a quien admirar.
Personas de las que he aprendido Medicina, muchas. Personas de las
que haya aprendido a hacer Medicina, ninguna.
Espero que nadie se haya echado las
manos a la cabeza con esto que he dicho. Quizá alguno de mis
compañeros escriba sobre lo estimulantes que han sido estos seis
años de carrera, lo mucho que le han hecho reafirmar sus
pensamientos iniciales sobre el ejercicio de la Medicina. Me alegro
infinitamente por ellos. Ojalá yo hubiese buscado donde ellos han
sido capaces de encontrar.
De todas maneras, ‘nadie escarmienta
en cabeza ajena’, o al menos eso decía mi abuela. Así que yo,
ahora a mis 23 años, con algo más de ojeras que a los 17 pero con
menos que los médicos de mi hospital, estoy a tiempo. Siento que me
encuentro capacitada y en el momento adecuado de cambiar las cosas.
De no cometer los mismo errores. De escarmentar de una vez por todas
de esta forma de hacer Medicina. De no conformarme con hacer lo mismo
que han hecho otros. De cambiar las cosas. De crear escuela o como
quiera llamarse. De preocuparse de una vez por todas del enfermo y su
vivencia de enfermedad. De su familia. De su entorno. De dejar de
mirar a las personas a través de una radiografía y mirarlas a los
ojos durante un buen rato. Creo que todavía no me han quitado la
ilusión de ser buen médico. Y espero conservarla unos cuantos años
más.
Y esta es mi opinión a día de hoy,
filtrada a través de seis años de carrera. Muy diferente de mi idea
inicial. Quizás dentro de otros seis haya vuelto a cambiar.
Alumna de 6º curso de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Sevilla.
Tienes una determinación inmensa.
ResponderEliminarMis felicitaciones.
Me parece increíble que nadie haya dejado un comentario en esta entrada.
Las verdades duelen, ¿no es así?
Grandísimas eminencias me han dado clase durante estos 2 años, sólo tres de ellos han sabido transmitirme lo que tú realizas: la parte humana de la Medicina.
La de verdad, no la que es palabrería para llenarse la boca.
Gracias por esta certera pero sincera entrada.
(Por una estudiante de Medicina de la UGR).