¿Qué me animó a estudiar medicina? A escasos meses del final del sexenio de formación y
educación teórica, clínica y práctica que he vivido en la Facultad de Medicina
de Sevilla, aún encuentro dificultades para responder con exactitud a esa
pregunta. Tras aquella decisión no hubo una causa concreta ni un fin diáfano y
claro; más bien, fue un conjunto de circunstancias lo que me impulsó a elegir
ese camino profesional.
En aquel tiempo, yo era el típico adolescente que, de
pronto, toma conciencia del futuro inquietante y próximo que le concierne. Ante
él, debía apurarme en adoptar, en un corto período de tiempo, una de las
decisiones más importante de mi vida: ¿Qué carrera universitaria estudiar?
Hasta entonces, en mis primeras cábalas estudiantiles, habían predominado las
ideas económicas-legislativas (algo que siempre despertó en mí una gran
admiración) y las disciplinas científicas como Farmacia, Biología, Química...
Sin embargo, entre este elenco nunca figuró aquella carrera que probablemente
englobaba todas aquellas cuestiones que me inquietaban. En efecto, la Medicina
pasaba por aquel entonces desapercibida en mis años infantiles. Probablemente
el hecho de que careciese de alguna persona cercana (mis padres estudiaron
carreras de Letras) que pudiese haberme dado a conocer la profesión y el
rechazo ignorante a profundizar en algo que, a priori, me resultaba
desagradable, me impedían apreciar la profundidad y relevancia de sus valores.
En medio de aquella desorientación e incertidumbre, en medio
de aquella tormenta de consejos de familiares, padres y personas afines (que
presumen de conocerte mejor de lo que jamás llegaría a conocerse uno mismo), un
hecho vino a influir en mí de manera decisiva: la lectura de un libro que, en
aquella época de confusión e incertidumbre, sacudió mi conciencia. En él, leí
cosas como esta que a continuación transcribo:
"Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber
qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin
brújula, sin luz a dónde dirigirse... ¿Qué se hace con la vida? Andrés se
inclinaba a creer que el pesimismo de Schopenhauer era una verdad casi
matemática. El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente
constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y
de la locura".
Estas palabras del célebre escritor Pío Baroja, contenidas
en su libro "El Árbol de la Ciencia", sobre su personaje, Andrés
Hurtado, por extraño que parezca, se asemejaban sin duda al pensamiento de
jóvenes españoles como yo un siglo más tarde. En su desconcierto ante la vida
identifiqué mi propio desconcierto, y en su rebeldía ante una sociedad
corrompida e insolidaria empecé a comprender que ser médico era una profesión
que, además de “cualidades científicas”, exigía valores humanos y cívicos no
tan necesarios en el ejercicio de otras actividades profesionales. Así fue, en efecto. La lectura de aquel libro influyó mucho
en mí, y es justo que lo refiera como causa fundamental en mi decisión de
estudiar la carrera de Medicina, rechazando todas las opciones que hasta
entonces había manejado.
Andrés Hurtado, el personaje principal de la novela, encarna
la figura de un adolescente que se aventura en la ardua tarea de estudiar
medicina, y a través de los años se va haciendo a la vida, y podríamos decir
que representa la viva imagen del médico altruista, que personifica los valores
tan demandados por esta profesión. Critica desde la ficción histórica, la figura
del profesional sanitario altivo y despreocupado, más atento si cabe a su
condición de figura social, y empecinado en la transmisión de ese pedigrí y
linaje médico a futuras generaciones que se iban incorporando a la profesión.
Sin embargo su personalidad, guarda un fuerte aspecto negativo, combina todo lo
anteriormente mencionado con una visión pesimista de la vida. Influido por las
corrientes filosóficas de la época, orienta sus pensamientos hacia un radical
escepticismo religioso, social y económico.
La importancia de este personaje en la transformación de
"mi concepción de la vida" posee un alto valor simbólico. Se dice de
él en el último capítulo de la novela que "tenía algo de Precursor" y
tanto... Es decir, vencido por su choque constante con la realidad, el
personaje Andrés se muestra siempre comprometido con la vida y abre la
esperanza hacia un futuro en que ciencia y justicia conseguirán liberar al
hombre de sus servidumbres. El mensaje de esta obra es también actual, pues se describe
en la novela una fuerte crítica a la insolidaridad social, a la corrupción e
ineficacia del sistema político, el anquilosamiento de muchos aspectos
científicos en España... El autor elevó el pesimismo y el desengaño propio de
la época a la categoría de "Pesimismo y Desengaños Existenciales".
Podríamos estar ante un símil de lo que un siglo más tarde
vuelve a repetirse. La tristeza de una sociedad española, que vuelve a no creer
en la existencia de valores éticos, donde las palabras corrupción e interés son
el eje de la mayoría de las conversaciones entre ciudadanos. Desahucios,
privatizaciones, acceso denegados en Sanidad, desigualdades...Todo confluye en
un Estado de escepticismo y desilusión global.
Por todo ello y como valoración personal, los valores
médicos que tienen que acompañarnos durante toda nuestra vida, y por los que,
en definitiva, me aventuré en la idea de estudiar esta carrera tienen que ser
una combinación de ese altruismo y dedicación a los demás, involucrándonos como
figura de salud, en una sociedad que demanda esperanza y cambio, luchar por
esas desigualdades que nos conciernen y garantizar al máximo exponente derechos
universales e inherentes al ser humano, que jamás tuvieron que abandonarle.
Todo esto, y por ello hoy doy Gracias, es lo que me condujo hasta este lugar, y
lo que me va a permitir ser materia prima de ese cambio futuro y demandado.
Fantástico.
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