Han pasado ya más de seis años desde que mi abuelo me respondió con esta pregunta cuando le dije que quería estudiar Medicina.
“No, ¿quién?”: le pregunté ingenua creyendo que iba a empezar a narrarme unos hechos con nombres, apellidos y fechas.
“El primer médico de la Historia fue la primera persona que tendió su mano para ayudar a alguien en el suelo a levantarse, limpió sus heridas derivadas de la caída y le hizo sentir mejor tras el dolor del golpe.”
Yo sonreí. Ser médico es Ayudar.
Ayudar es el Fin, y todo lo demás son los medios. Una carrera de seis años son los medios, el estudio y el sacrificio son los medios, la preparación son los medios, ser médico son los medios… y aunque a veces me ha resultado duro, agotador, extenuante… ese Fin es lo que quiero y lo sé desde que escuché la historia de una frase sin fechas y sin nombres.Yo quiero ayudar y esta profesión es la forma más bonita que he encontrado para hacerlo.
Sí, a mí este Fin me justifica estos medios.
Y desde que adquirí esta forma de ver la carrera, no he dejado de identificar medios y afrontarlos: “todas estas horas de estudio me ayudarán a desarrollar la resistencia”, “esto es para aumentar mi capacidad de concentración”, “los días intensos me entrenan para en unos años ser capaz de trabajar con buen rendimiento bajo presiones, durante las guardias, cuando las cosas se compliquen…”
Y así he ido superando cursos y ganando recursos.
A tres meses de terminar la carrera, me miro y me comparo con la yo de diecisiete años que entró por primera vez en este mundo y me doy cuenta de lo mucho que me ha cambiado la Medicina. Después de seis años imbuida en apuntes, clases, libros, horas de estudio, prácticas de laboratorio, de hospital, exámenes, agobios y alegrías, parece que no he tenido tiempo para percatarme de lo que me estaba pasando por dentro:
Si empecé en primero teniendo mi vida a un lado y la Medicina a otro, ahora en sexto de repente no las puedo separar, se han solapado dos esferas, yo lo visualizo como un eclipse permanente.
Si empecé en primero sin entender bien del todo a qué se referían algunos profesores con aquello de “ser médico no es un trabajo sino una forma de vida”, ahora en sexto de repente creo que estoy adoptando ese modo de vivir y me dirijo a mi yo de diecisiete años para decirle “¡que no se trata de entender, que se trata de sentir!”.
Si empecé en primero guiada por el “ver, oír y callar”, ahora en sexto me quedo con la triada “observar, escuchar y ayudar”.
Si empecé en primero estudiando para superar exámenes, ahora en sexto hace tiempo que experimento continuamente la necesidad de saber más… de estudiar para aprender más, para responder a mis preguntas, para formarme lo mejor posible. Ya no se trata de superar un examen, sino de poder dar respuestas ya sea con palabras, con gestos o con acciones, a los problemas que impiden el bienestar de una persona.
En estos seis años he estudiado mucha teoría médica, pero me llevo la sensación de haber aprendido más que eso… he aprendido mucho acerca de las personas, llegando a interiorizar la acertada frase “en medicina no se tratan enfermedades sino enfermos”, hasta el punto de establecerla como una estrella guía que no me permita olvidar nunca que sentirse atendido, sentirse acompañado, sentirse comprendido, sentirse escuchado de verdad, puede hacer tanto o más que un tratamiento farmacológico en algunos casos,por lo que no deben ir separados; una estrella guía que no me permita regirme por un patrón común, sino que me recuerde siempre que “cada paciente es un mundo”. No sé si este cambio ha ocurrido en segundo, o en tercero, o en quinto, o ayer.
Posiblemente a lo largo de todos estos años, pero tampoco importa demasiado identificar el momento preciso en el tiempo. Lo que importa es que ahora me doy cuenta de que la Medicina me ha llevado a su terreno y yo no he hecho ni un mínimo esfuerzo por resistirme.
Medicina es Vida. ¿Será por eso por lo que se está aquí tan a gusto? Será por eso por lo que voy a quedarme aquí, en mi eclipse perenne. No solamente en busca de personas para ofrecerles la mano, limpiar sus heridas e intentar hacerles sentir bien; sino también en busca de aquellas que tienen miedos o están a punto de caerse y quieren un soporte para evitar la caída y ganar seguridad. Tengo suerte de querer ser médico… tengo suerte porque no sabría hacer otra cosa.
Consuelo Ramos Giráldez. Alumna de sexto de Medicina en el Hospital Universitario
Virgen de Valme. Universidad de Sevilla. Febrero de 2013.