Apenas falta un suspiro para llegar al final de mi etapa Universitaria y me hacen una pregunta: ¿ Por qué quieres ser médico? Para tal pregunta necesitamos de una reflexión, que entiendo, que ya en mis primeros años de adolescencia la medité ( si es que en la adolescencia se puede meditar) y ahora cuando ya me siento “casi” un adulto tendría que saber responder sin vacilar.
Pero hoy, aquí sentado en mi escritorio rodeado por todos mis enseres de papelería, mis libros y apuntes de medicina, que han compartido conmigo tantos días de estudios, reflexiones y litros de tila… vuelvo a sentarme para escribir un ensayo de ¿ Por qué quiero ser médico?.
Dije que en mi adolescencia, etapa crucial en las que nos hacen elegir nuestro futuro, ya tuve que meditar el porqué de mi elección como estudiante de Medicina.
Pero creo que mucho antes, ya en mis primeros años de infancia se empezó a echar las raíces con una semilla que no sé bien de dónde salió, cómo llegó y quién la plantó.
He tratado de buscar siempre el origen de la semilla para explicar el porqué de esta vocación, para mí más que profesión. Creo casi con seguridad que la semilla de este árbol ( Medicina) nació con una experiencia vivida en los años infantiles donde mi madre enferma. En estas circunstancias, un niño de cinco o seis años vivió unos momentos de impotencia; pero algo surgió, que siendo adulto está borrado de mis pensamientos (dicen que el tiempo cicatriza las heridas) , pero en aquel niño nació algo, tal vez la semilla que anduve buscando para entender lo que ahora quiero llegar ser. Esas ganas de querer curar a tu madre, eso sin embargo, aún no se ha olvidado ni borrado.
Para muchos un hecho como el relatado puede parecer una anécdota, no para mí que estoy convencido que estas experiencias pueden cargar positivamente y si se trata de un niño, mucho más ya que pueden dejar “huellas” profundas a la hora de una elección posterior. Pues parafraseando, todo no tiene que ser genético, por bacterias, por virus, a veces, las experiencias vividas positivas o negativas también cambian el curso de una vida. Las etapas entre mi niñez y la adolescencia es la que llamo de cuidados de riego y abono de mi futura vocación. Allí se realizaban las mismas respuestas: “ Yo médico…” a las siempre preguntas de tus más o menos conocidos: ¿ Qué quieres ser de mayor?...
Cuando llegué a mi adolescencia cuando ya no tienes más remedio que elegir tu futuro, ya estaba bien cimentadas las raíces y bien arraigada para saber cuál sería tu futuro más cercano. Me gustaba la Medicina porque empezaba a tener unos conocimientos basados en los temas científicos, además te gustaba curar, ayudar a personas…en definitiva todo era más reflexivo.
Pero llegando al final, o mejor al principio de nuestra verdadera vocación; ¡ Tenemos el árbol! Está el árbol joven, vigoroso y sus raíces muy fuertes y bien asentadas. Ahora toca mimarlo, seguir cuidándolo… y eso es la intención de todos, seguir creciendo con mi vocación de médico.
Después de tantos años de estudios, tantas malas noches, tan poca vida social…todo ha valido; porque ahora, me siento realizado como persona.
Adrián Sánchez Vegas. Curso: 2012/13
Pero hoy, aquí sentado en mi escritorio rodeado por todos mis enseres de papelería, mis libros y apuntes de medicina, que han compartido conmigo tantos días de estudios, reflexiones y litros de tila… vuelvo a sentarme para escribir un ensayo de ¿ Por qué quiero ser médico?.
Dije que en mi adolescencia, etapa crucial en las que nos hacen elegir nuestro futuro, ya tuve que meditar el porqué de mi elección como estudiante de Medicina.
Pero creo que mucho antes, ya en mis primeros años de infancia se empezó a echar las raíces con una semilla que no sé bien de dónde salió, cómo llegó y quién la plantó.
He tratado de buscar siempre el origen de la semilla para explicar el porqué de esta vocación, para mí más que profesión. Creo casi con seguridad que la semilla de este árbol ( Medicina) nació con una experiencia vivida en los años infantiles donde mi madre enferma. En estas circunstancias, un niño de cinco o seis años vivió unos momentos de impotencia; pero algo surgió, que siendo adulto está borrado de mis pensamientos (dicen que el tiempo cicatriza las heridas) , pero en aquel niño nació algo, tal vez la semilla que anduve buscando para entender lo que ahora quiero llegar ser. Esas ganas de querer curar a tu madre, eso sin embargo, aún no se ha olvidado ni borrado.
Para muchos un hecho como el relatado puede parecer una anécdota, no para mí que estoy convencido que estas experiencias pueden cargar positivamente y si se trata de un niño, mucho más ya que pueden dejar “huellas” profundas a la hora de una elección posterior. Pues parafraseando, todo no tiene que ser genético, por bacterias, por virus, a veces, las experiencias vividas positivas o negativas también cambian el curso de una vida. Las etapas entre mi niñez y la adolescencia es la que llamo de cuidados de riego y abono de mi futura vocación. Allí se realizaban las mismas respuestas: “ Yo médico…” a las siempre preguntas de tus más o menos conocidos: ¿ Qué quieres ser de mayor?...
Cuando llegué a mi adolescencia cuando ya no tienes más remedio que elegir tu futuro, ya estaba bien cimentadas las raíces y bien arraigada para saber cuál sería tu futuro más cercano. Me gustaba la Medicina porque empezaba a tener unos conocimientos basados en los temas científicos, además te gustaba curar, ayudar a personas…en definitiva todo era más reflexivo.
Pero llegando al final, o mejor al principio de nuestra verdadera vocación; ¡ Tenemos el árbol! Está el árbol joven, vigoroso y sus raíces muy fuertes y bien asentadas. Ahora toca mimarlo, seguir cuidándolo… y eso es la intención de todos, seguir creciendo con mi vocación de médico.
Después de tantos años de estudios, tantas malas noches, tan poca vida social…todo ha valido; porque ahora, me siento realizado como persona.
Adrián Sánchez Vegas. Curso: 2012/13
:)
ResponderEliminarExcelente narración, creo que además de médico puedes ser escritor
ResponderEliminar