Los alumnos de la Facultad de Medicina de Sevilla reflexionan sobre las razones y las emociones que los motivan para estudiar medicina. Se invita a participar en el mismo a estudiantes de otras Facultades de Medicina u otras personas interesadas en participar en el mismo con sus comentarios (Students of the Faculty of Medicine of Seville reflect on the reasons and emotions that motivate them to study medicine. Are invited to participate in the students from other medical schools or other interested persons to participate in it with your comments). (Pablo Bonal Pitz).

El médico ¿nace o se hace?

Lo primero puede ser necesario, lo segundo es absolutamente imprescindible.

En mi caso, nací y crecí respondiendo siempre ante la típica pregunta de los adultos ¿Y tú que quieres ser de mayor?: ¡Médico! Sin ninguna duda, y sin ni siquiera plantearme otra opción. Seguí creciendo con esa misma idea, haciendo bachiller y una prueba de acceso a la universidad bajo fuerte presión que yo misma me impuse, porque si no estudiaba medicina no quería estudiar nada más, “es lo único que me apasiona y no quiero dedicar mi vida a algo que simplemente me guste”, decía. Ahora que lo pienso pasado unos años no sé por qué jamás pensé en una segunda opción por si algo no salía bien, supongo que hay algo de verdad en eso de que “el médico nace”. Sin embargo, fue durante el estudio de la carrera cuando me di cuenta que la segunda parte, la de que “el médico se hace” es esencial.

Llegas al primer curso y todo te maravilla, todo es nuevo para ti (según leí un alumno de medicina aprende en el primer año unas 5.000 palabras nuevas), y piensas que todo va a ser increíble. Y puede serlo, pero también muy duro. Luchas durante la formación con miles de trabas, horas y horas de estudio para finalmente conseguir en muchos casos un aprobado “raspón”, te encuentras con unas prácticas deficientes en calidad y cantidad, siendo éstas una de las mayores motivaciones de un estudiante de medicina, porque siendo sincera, nos caracterizamos por la constancia, el esfuerzo, la ilusión y las ganas de aprender, que pueden verse fácilmente frustradas antes “ profesionales” médicos que no son capaces de estar a la altura de nuestras humildes necesidades de formación.
 
Pero no, no es suficiente esto para frenar al futuro médico, porque está lleno de vocación y asume desde ese mismo momento que la responsabilidad de unas buenas prácticas ya no sólo está en el tutor que se te asigna, si no en uno mismo. Como en los procesos elaborativos, añadimos experiencias a nuestra vida y acabamos viéndolo como algo positivo, que te hace de cierto modo sentirte menos dependiente.

¡Se aprende tanto en unas prácticas! Es ahí cuando te das cuenta de que la medicina pocas veces es una ciencia exacta, que además no vas a dejar de estudiar nunca porque es tremendamente cambiante y amplia, y siempre tendrás cosas que aprender; que supone una gran carga emocional, pues trataremos con personas con sus vidas, problemas, sentimientos…que a veces haremos nuestros; que muchas veces los conocimientos científicos y técnicos pasan a un segundo plano y prima la calidad humana como fuente principal de atención al paciente… Pero además es el momento de comprobar si verdaderamente estás destinado a ser médico. Si es así, disfrutarás de cada práctica,  preferirás no ir a las clases  para ver la evolución de los pacientes que viste el día anterior, te entusiasmará la idea de convertir eso en tu profesión…porque se impone el deseo de poder ayudar a alguien, aunque sólo sea con palabras amables y empáticas, el saber que hay personas que van a agradecer tu esfuerzo de años y el sentir el orgullo de estar encargada, en cierto modo, de algo tan valioso como la salud y el bienestar.

Sin duda alguna, una vez habiendo pasado por estos 6 años, puedo decir tranquila que no me equivoqué. Elegí, además de una carrera, un modo de vida y tendré la profesión más bonita del mundo.

Alumna de 6º de la Facultad de Medicina de Sevilla.

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