Los alumnos de la Facultad de Medicina de Sevilla reflexionan sobre las razones y las emociones que los motivan para estudiar medicina. Se invita a participar en el mismo a estudiantes de otras Facultades de Medicina u otras personas interesadas en participar en el mismo con sus comentarios (Students of the Faculty of Medicine of Seville reflect on the reasons and emotions that motivate them to study medicine. Are invited to participate in the students from other medical schools or other interested persons to participate in it with your comments). (Pablo Bonal Pitz).

Ser médico era una profesión que, además de “cualidades científicas”, exigía valores humanos y cívicos no tan necesarios en el ejercicio de otras actividades profesionales.

¿Qué me animó a estudiar medicina? A escasos meses del final del sexenio de formación y educación teórica, clínica y práctica que he vivido en la Facultad de Medicina de Sevilla, aún encuentro dificultades para responder con exactitud a esa pregunta. Tras aquella decisión no hubo una causa concreta ni un fin diáfano y claro; más bien, fue un conjunto de circunstancias lo que me impulsó a elegir ese camino profesional.

En aquel tiempo, yo era el típico adolescente que, de pronto, toma conciencia del futuro inquietante y próximo que le concierne. Ante él, debía apurarme en adoptar, en un corto período de tiempo, una de las decisiones más importante de mi vida: ¿Qué carrera universitaria estudiar? Hasta entonces, en mis primeras cábalas estudiantiles, habían predominado las ideas económicas-legislativas (algo que siempre despertó en mí una gran admiración) y las disciplinas científicas como Farmacia, Biología, Química... Sin embargo, entre este elenco nunca figuró aquella carrera que probablemente englobaba todas aquellas cuestiones que me inquietaban. En efecto, la Medicina pasaba por aquel entonces desapercibida en mis años infantiles. Probablemente el hecho de que careciese de alguna persona cercana (mis padres estudiaron carreras de Letras) que pudiese haberme dado a conocer la profesión y el rechazo ignorante a profundizar en algo que, a priori, me resultaba desagradable, me impedían apreciar la profundidad y relevancia de sus valores.

En medio de aquella desorientación e incertidumbre, en medio de aquella tormenta de consejos de familiares, padres y personas afines (que presumen de conocerte mejor de lo que jamás llegaría a conocerse uno mismo), un hecho vino a influir en mí de manera decisiva: la lectura de un libro que, en aquella época de confusión e incertidumbre, sacudió mi conciencia. En él, leí cosas como esta que a continuación transcribo:

"Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz a dónde dirigirse... ¿Qué se hace con la vida? Andrés se inclinaba a creer que el pesimismo de Schopenhauer era una verdad casi matemática. El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura".

Estas palabras del célebre escritor Pío Baroja, contenidas en su libro "El Árbol de la Ciencia", sobre su personaje, Andrés Hurtado, por extraño que parezca, se asemejaban sin duda al pensamiento de jóvenes españoles como yo un siglo más tarde. En su desconcierto ante la vida identifiqué mi propio desconcierto, y en su rebeldía ante una sociedad corrompida e insolidaria empecé a comprender que ser médico era una profesión que, además de “cualidades científicas”, exigía valores humanos y cívicos no tan necesarios en el ejercicio de otras actividades profesionales. Así fue, en efecto. La lectura de aquel libro influyó mucho en mí, y es justo que lo refiera como causa fundamental en mi decisión de estudiar la carrera de Medicina, rechazando todas las opciones que hasta entonces había manejado.

Andrés Hurtado, el personaje principal de la novela, encarna la figura de un adolescente que se aventura en la ardua tarea de estudiar medicina, y a través de los años se va haciendo a la vida, y podríamos decir que representa la viva imagen del médico altruista, que personifica los valores tan demandados por esta profesión. Critica desde la ficción histórica, la figura del profesional sanitario altivo y despreocupado, más atento si cabe a su condición de figura social, y empecinado en la transmisión de ese pedigrí y linaje médico a futuras generaciones que se iban incorporando a la profesión. Sin embargo su personalidad, guarda un fuerte aspecto negativo, combina todo lo anteriormente mencionado con una visión pesimista de la vida. Influido por las corrientes filosóficas de la época, orienta sus pensamientos hacia un radical escepticismo religioso, social y económico.

La importancia de este personaje en la transformación de "mi concepción de la vida" posee un alto valor simbólico. Se dice de él en el último capítulo de la novela que "tenía algo de Precursor" y tanto... Es decir, vencido por su choque constante con la realidad, el personaje Andrés se muestra siempre comprometido con la vida y abre la esperanza hacia un futuro en que ciencia y justicia conseguirán liberar al hombre de sus servidumbres. El mensaje de esta obra es también actual, pues se describe en la novela una fuerte crítica a la insolidaridad social, a la corrupción e ineficacia del sistema político, el anquilosamiento de muchos aspectos científicos en España... El autor elevó el pesimismo y el desengaño propio de la época a la categoría de "Pesimismo y Desengaños Existenciales".

Podríamos estar ante un símil de lo que un siglo más tarde vuelve a repetirse. La tristeza de una sociedad española, que vuelve a no creer en la existencia de valores éticos, donde las palabras corrupción e interés son el eje de la mayoría de las conversaciones entre ciudadanos. Desahucios, privatizaciones, acceso denegados en Sanidad, desigualdades...Todo confluye en un Estado de escepticismo y desilusión global.

Por todo ello y como valoración personal, los valores médicos que tienen que acompañarnos durante toda nuestra vida, y por los que, en definitiva, me aventuré en la idea de estudiar esta carrera tienen que ser una combinación de ese altruismo y dedicación a los demás, involucrándonos como figura de salud, en una sociedad que demanda esperanza y cambio, luchar por esas desigualdades que nos conciernen y garantizar al máximo exponente derechos universales e inherentes al ser humano, que jamás tuvieron que abandonarle. Todo esto, y por ello hoy doy Gracias, es lo que me condujo hasta este lugar, y lo que me va a permitir ser materia prima de ese cambio futuro y demandado.

.....Y yo lo llevo en la sangre


En mi caso quiero ser médico desde muy pequeño y eso que no tengo ningún familiar cercano que lo sea, y que me haya influido para estudiar medicina.

Los motivos son muchos y se suceden cronológicamente .Vengo de una familia extremeña que se dedicaba a la ganadería  y mi abuelo era carnicero. Desde pequeño mi abuelo me explicaba todos los órganos de los cerdos, ovejas y otros animales debido al gran interés que yo mostraba, cuando él estaba haciendo su trabajo y yo le veía. Me encantaba que me contara el funcionamiento de los mismos y cómo se llamaba cada  tejido  que él me enseñaba, explicación que yo atendía con admiración.

Lejos de asustarme o darme asco yo los cogía, observaba y preguntaba si eso mismo teníamos nosotros dentro de nuestro cuerpo. Mi abuelo sorprendido me razonaba que no eran exactamente iguales pero que los órganos del cerdo eran muy parecidos a los de los humanos. Desde ese momento mi interés se centró en el  cerdo y no precisamente por su rica pata que a todos nos gusta. Esta experiencia,  yo creo que es muy importante y que ha sido la base de por qué me he fijado en esta carrera tan ESPECIAL. Pienso que si no se hubiera dado esa condición, probablemente nunca hubiera descubierto esta vocación, esta idea fija  que me impulsado a esforzarme en todas las acciones encaminadas a conseguirlo.

Posteriormente en el colegio e instituto la asignatura que más me gustaba y atraía era la parte de la biología que se encargaba del estudio de los seres humanos, reforzándose en mí la idea de querer dedicarme al estudio y cuidado de las personas toda mi vida. Estas ideas tan claras permanecieron en mi latentes  hasta 2º de bachillerato, momento en el cuál dude si hacer otra carrera debido al gran sacrificio y esfuerzo que suponía una formación de más de 12 años . Pero un día me desperté con una idea clara que era la de que quería sentirme útil en la vida, ayudar a las personas en el aspecto más importante que para mí es la salud. La medicina reunía todos lo que yo buscaba y la fijé en mi pensamiento como meta.

Los primeros años de la carrera fueron para mí un poco decepcionantes, ya que estudiamos muchas cosas que yo no me esperaba y de una manera muy poco práctica. Eso de que la vida de estudiante es la mejor creo que podría aplicarse a otras carreras, con todos mis respetos pero a la de medicina no tanto… He visto como amigos estudiantes salían de fiesta, viajes e innumerables eventos, mientras yo tenía exámenes, prácticas o algún otro motivo por el que no podía hacerlo.

Una vez que fui superando cursos cada vez me gustaba más y el adscribirme al Hospital Universitario Virgen de  Valme supuso un fuerte estímulo para mí  ya que tanto las asignaturas como  las prácticas me gustaron mucho. Ahora llegando al final del camino miro atrás con cierta nostalgia. Pese al gran sacrificio que me han supuesto estos 6 años, tengo clarísimo que no me he equivocado de camino, que estoy donde quería estar y que pronto me estaré dedicando a lo que siempre he querido, gracias al trabajo, constancia y esfuerzo que estos años he tenido que realizar.
Antonio Cruz Medina. Hospital universitario Virgen de Valme. Febrero 2013.

¿Sabes quién fue el primer médico de la Historia?

Han pasado ya más de seis años desde que mi abuelo me respondió con esta pregunta cuando le dije que quería estudiar Medicina.

“No, ¿quién?”: le pregunté ingenua creyendo que iba a empezar a narrarme unos hechos con nombres, apellidos y fechas.

“El primer médico de la Historia fue la primera persona que tendió su mano para ayudar a alguien en el suelo a levantarse, limpió sus heridas derivadas de la caída y le hizo sentir mejor tras el dolor del golpe.”

Yo sonreí. Ser médico es Ayudar.
Ayudar es el Fin, y todo lo demás son los medios. Una carrera de seis años son los medios, el estudio y el sacrificio son los medios, la preparación son los medios, ser médico son los medios… y aunque a veces me ha resultado duro, agotador, extenuante… ese Fin es lo que quiero y lo sé desde que escuché la historia de una frase sin fechas y sin nombres.Yo quiero ayudar y esta profesión es la forma más bonita que he encontrado para hacerlo.

Sí, a mí este Fin me justifica estos medios.
Y desde que adquirí esta forma de ver la carrera, no he dejado de identificar medios y afrontarlos: “todas estas horas de estudio me ayudarán a desarrollar la resistencia”, “esto es para aumentar mi capacidad de concentración”, “los días intensos me entrenan para en unos años ser capaz de trabajar con buen rendimiento bajo presiones, durante las guardias, cuando las cosas se compliquen…”

Y así he ido superando cursos y ganando recursos.
A tres meses de terminar la carrera, me miro y me comparo con la yo de diecisiete años que entró por primera vez en este mundo y me doy cuenta de lo mucho que me ha cambiado la Medicina. Después de seis años imbuida en apuntes, clases, libros, horas de estudio, prácticas de laboratorio, de hospital, exámenes, agobios y alegrías, parece que no he tenido tiempo para percatarme de lo que me estaba pasando por dentro:

Si empecé en primero teniendo mi vida a un lado y la Medicina a otro, ahora en sexto de repente no las puedo separar, se han solapado dos esferas, yo lo visualizo como un eclipse permanente.

Si empecé en primero sin entender bien del todo a qué se referían algunos profesores con aquello de “ser médico no es un trabajo sino una forma de vida”, ahora en sexto de repente creo que estoy adoptando ese modo de vivir y me dirijo a mi yo de diecisiete años para decirle “¡que no se trata de entender, que se trata de sentir!”.

Si empecé en primero guiada por el “ver, oír y callar”, ahora en sexto me quedo con la triada “observar, escuchar y ayudar”.

Si empecé en primero estudiando para superar exámenes, ahora en sexto hace tiempo que experimento continuamente la necesidad de saber más… de estudiar para aprender más, para responder a mis preguntas, para formarme lo mejor posible. Ya no se trata de superar un examen, sino de poder dar respuestas ya sea con palabras, con gestos o con acciones, a los problemas que impiden el bienestar de una persona.

En estos seis años he estudiado mucha teoría médica, pero me llevo la sensación de haber aprendido más que eso… he aprendido mucho acerca de las personas, llegando a interiorizar la acertada frase “en medicina no se tratan enfermedades sino enfermos”, hasta el punto de establecerla como una estrella guía que no me permita olvidar nunca que sentirse atendido, sentirse acompañado, sentirse comprendido, sentirse escuchado de verdad, puede hacer tanto o más que un tratamiento farmacológico en algunos casos,por lo que no deben ir separados; una estrella guía que no me permita regirme por un patrón común, sino que me recuerde siempre que “cada paciente es un mundo”. No sé si este cambio ha ocurrido en segundo, o en tercero, o en quinto, o ayer.

Posiblemente a lo largo de todos estos años, pero tampoco importa demasiado identificar el momento preciso en el tiempo. Lo que importa es que ahora me doy cuenta de que la Medicina me ha llevado a su terreno y yo no he hecho ni un mínimo esfuerzo por resistirme.

Medicina es Vida. ¿Será por eso por lo que se está aquí tan a gusto? Será por eso por lo que voy a quedarme aquí, en mi eclipse perenne. No solamente en busca de personas para ofrecerles la mano, limpiar sus heridas e intentar hacerles sentir bien; sino también en busca de aquellas que tienen miedos o están a punto de caerse y quieren un soporte para evitar la caída y ganar seguridad. Tengo suerte de querer ser médico… tengo suerte porque no sabría hacer otra cosa.

Consuelo Ramos Giráldez. Alumna de sexto de Medicina en el Hospital Universitario
Virgen de Valme. Universidad de Sevilla. Febrero de 2013.

Pero a todo esto, lo que mas me gusta, es añadir la palabra ESPERANZA.

¿Por que estudio medicina?   Buena pregunta

Complejo de Jesucristo. Es una de las cosas que te planteas cuando eres joven… cuando ya te va alcanzando la madurez, como es mi caso, la mirada se va volviendo resignada, humilde, cautelosa, limitada….


La muerte reflejada en los ojos de un niño. En mi caso es uno de los sucesos que más, me ha impactado, y aun hoy no consigo encajar o racionalizar… , un niño con una enfermedad mortal. Eso me alcanza de un modo incapacitante, sin embargo hay compañeros que trabajan con ello de forma diaria, los admiro, y no dejo de asombrarme de la diversidad del espíritu humano…

Disciplina de muchos ¿por qué? y de pocos porque.

Regusto algo amargo como el poso de un buen café….

Fascinación por los porqués, la complejidad de la naturaleza. Que ante mis ojos expectantes cual chiquillo ante nueva respuesta, se va deshilando como un hilo infinito….


La limitación de los conocimiento. Como limitado es el ser humano, esto hace que aceptar que ya no podemos curar es para mí algo duro, que solo se ve aliviado solo en parte, por el hecho de que paliar y reconfortar si tiene un campo infinito…. Complejidad del alma humana. Que diferentes somos unos de otros, sin embargo solo nos iguala la enfermedad y la muerte como el rey al plebeyo… y de esto la medicina hace todo su universo, como herramienta de igualdad…


Capacidad de ayudar a personas. En un momento crítico en sus vidas, es dar lo mejor de nosotros mismos, para ayudar a nuestros semejantes no en cualquier momento, sino cuando más lo necesitan…  Formar parte de una elite ancestral, nos engañaríamos, si lo negáramos, es poder desde hace mucho tiempo, aunque el modelo de paternalismo medico ya no existe, pero la figura del médico sigue siendo una garantía de éxito personal.


Forma parte de un proceso de superación personal. Es lo que supone en mi caso personal, desde la convicción de una persona que pensaba que no valía para estudiar y encontrarme en el último año de una difícil carrera, y seguir enamorado de ella, es como subir el Everest… Enriquecimiento de relación con personas de diferentes generaciones. Este es el ámbito de la universidad que permite este enriquecimiento, y que la hace un marco inimitable para las relaciones humanas …

Una escuela de niños grandes… siempre pienso que hay que verla con esos ojos. Me resulta muy curioso lo que la gente ve en un medico. Es como un faro en la noche oscura para los marineros, pacientes ante la incertidumbre de su propio rumbo, que reconforta, que guía y que tranquiliza, pero el rumbo lo gobiernan el mar y las corrientes… el faro solo ayuda.


Proceso de renuncias y aceptación de la realidad humana, de su naturaleza efímera, de nuestra verdadera misión como seres humanos. ¿pude haber hecho mas?, ¿pude haberlo hecho mejor? Son preguntas que no le deben faltar a un medico en todos sus pacientes…


Pero a todo esto, lo que mas me gusta, es añadir la palabra ESPERANZA, que para mi significa futuro, nuevos horizontes de curación, el _____, en este momento no se cura pero se esta probando un nuevo procedimiento que si lo hará, y eso ante los pacientes que sufren la enfermedad no es poco..No olvidar quien era y en que me he convertido al cabo de seis años de carrera y pensar que ha valido la pena el camino…


Ignacio Soldado Rodríguez. 6º curso de Medicina de Hospital Universitario de Valme de la Universidad de Sevilla.

Personas de las que he aprendido Medicina, muchas. Personas de las que haya aprendido a hacer Medicina, ninguna.

La verdad que ante la cuestión de por qué estudié Medicina habré respondido de una manera diferente cada vez que me la hayan preguntado. Como todo en la vida, depende de con qué pie te hayas levantado ese día. Y creo que con esta carrera se hace aun más evidente. Supongo que si me lo hubieran preguntado allá por junio de 2007, antes de empezar primero, hubiera respondido algo totalmente opuesto a lo que voy a responder hoy. Y la verdad, nunca me había planteado cuánto puede cambiar una opinión a través de la experiencia. Es decir, como el paso del tiempo, puede modular tanto una percepción que parecía tan segura por entonces.

Creo que mi ‘yo de primero’ con unos cuantos kilos de ojeras menos que ahora y una mirada algo más amable, menos cansada, habría respondido fiel a lo que era. Una chica de 17 años con miles de proyectos en la cabeza, unas ganas inmensas de absorber cualquier información que pululara a mi alrededor y con una idea demasiado sobrevalorada de cómo sonarían unos pulmones enfisematosos a través de mi fonendo. Hubiera respondido que siempre había soñado con vestir una bata blanca y andar por los pasillos de un hospital saludando a cada uno por su nombre. Entrar en todas las habitaciones de los pacientes, sentarme en sus camas, apagar la tele y simplemente charlar. Conocer su enfermedad. No la del libro, sino la suya. De qué manera le duele, sí, y cómo se irradia, pero también cómo le afecta cuando llega al trabajo cada día sin haber dormido la noche anterior. Y cómo desde entonces se ha vuelto una persona dependiente, y no puede levantarse sin ayuda para ir al baño. De lo que le preocupa que ahora sea su hija la que tiene que darle de comer a ella, cuando hasta hace unos años era al contrario. Pensaba ser de esos médicos a los que le preocupan las personas. Que quieren conocer su realidad completa, su realidad sana y no solo su realidad enferma. En fin, no sé si logro explicarme, porque ni yo misma recuerdo exactamente cómo era esa imagen que había fabricado en mi cabeza antes de entrar en un hospital vestida de blanco por primera vez.

A medida que fueron pasando los meses y los años esa imagen se fue deteriorando. No encontraba esa amabilidad por ningún rincón del hospital. Todo era burocracia, papeleo y gestiones. El tiempo para ver a los pacientes se reducía a una mínima parte de la jornada. Pruebas complementarias, exploración física y plan terapéutico. ¿Pero y el momento de sentarse junto al paciente y escuchar?, ¿cuándo llegaba esa parte en la que el médico callaba, sonreía y simplemente escuchaba al paciente? Esperé que llegara el momento pacientemente, pero a día de hoy todavía no ha llegado. Por el camino me he encontrado auténticos genios de la Medicina, de los libros me refiero. Pero ni uno, y es muy duro decirlo tras seis años, ni uno solo ha sido para mí un referente. Alguien de quien fijarme, de quien aprender, alguien a quien admirar. Personas de las que he aprendido Medicina, muchas. Personas de las que haya aprendido a hacer Medicina, ninguna.

Espero que nadie se haya echado las manos a la cabeza con esto que he dicho. Quizá alguno de mis compañeros escriba sobre lo estimulantes que han sido estos seis años de carrera, lo mucho que le han hecho reafirmar sus pensamientos iniciales sobre el ejercicio de la Medicina. Me alegro infinitamente por ellos. Ojalá yo hubiese buscado donde ellos han sido capaces de encontrar.

De todas maneras, ‘nadie escarmienta en cabeza ajena’, o al menos eso decía mi abuela. Así que yo, ahora a mis 23 años, con algo más de ojeras que a los 17 pero con menos que los médicos de mi hospital, estoy a tiempo. Siento que me encuentro capacitada y en el momento adecuado de cambiar las cosas. De no cometer los mismo errores. De escarmentar de una vez por todas de esta forma de hacer Medicina. De no conformarme con hacer lo mismo que han hecho otros. De cambiar las cosas. De crear escuela o como quiera llamarse. De preocuparse de una vez por todas del enfermo y su vivencia de enfermedad. De su familia. De su entorno. De dejar de mirar a las personas a través de una radiografía y mirarlas a los ojos durante un buen rato. Creo que todavía no me han quitado la ilusión de ser buen médico. Y espero conservarla unos cuantos años más.

Y esta es mi opinión a día de hoy, filtrada a través de seis años de carrera. Muy diferente de mi idea inicial. Quizás dentro de otros seis haya vuelto a cambiar.
Alumna de 6º curso de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla.

No quiero ser médico por lo bonito o feo que sea la profesión, quiero ser médico como una forma de vivir en el mundo, incorporándolo dentro de mí como cualquier otro carácter personal.

He tenido muchas razones a lo largo de mi vida por las que quería aprender a ser médico. Al principio mis pensamientos respecto a este tema iban dirigidos a curar a las personas y divertirme haciéndolo, como creo que un niño piensa acerca de cualquier dedicación futura. La verdad es que en mi cabeza nunca hubo otro pensamiento que el de ser médico, quizá sea por eso por lo que me derrumbé al acabar los estudios y comprobar que no había entrado en la carrera. Más tarde pensé que si no podía ser médico, quizá si podía ser cualquier otra cosa, al fin y al cabo crecer también significaba apoyar los pies en la tierra y asumir los vaivenes que la vida te ofreciese. ¡Qué equivocada estaba! Cuando más segura estaba que mi vida se centraría en la Biología, una llamada de teléfono me brindó la oportunidad de cumplir mi sueño y volver a despegar del suelo.

El comienzo fue tal y como lo imaginé lleno de entusiasmo, pero no de muchos profesionales de la medicina que me ilusionaran y me dieran aplicaciones de lo estudiado a la relación con las personas. Es cierto que necesitaba muchos conocimientos aún, pero también necesitaba un poco de motivación y que mi aprendizaje no fuera una decepción o una falta de equilibrio entre la importancia de las asignaturas y su correcta aplicación a las personas. Aprendí que los conocimientos científicos acerca de una profesión te dan las herramientas para ejercerla racionalmente, pero, ¿es eso lo que se espera de un médico?, ¿que diagnostique y trate al paciente como una máquina hecha exclusivamente para acumular información y a la que no hay que enriquecer de otras disciplinas? En mi opinión, es esto precisamente lo que te enseña la carrera.

He de decir que el último curso de la carrera donde nos encontramos, ha despertado en mi aún más si cabía, el deseo de seguir estudiando no para ser el premio Nobel de Medicina en un futuro sino estudiar a cada persona individualmente, cosa que claro está, llevaría tiempo hasta al más inmortal de los mortales. He aprendido a mirar desde una mirada ajena, a sentir desde el corazón de otras personas y a vivir feliz sabiendo todo lo que me queda por aprender. En este sentido creo que este año si me he encontrado con un par de profesionales que de modo personal y sincero han hablado con la futura médico que voy a ser ,y no como una alumna, que no es ni siquiera de notables, a la que hay que apretar las tuercas para que sepa etiologías, patogenias, diagnósticos y tratamientos de muchas enfermedades. Soy consciente que hay cosas de las que tendré que empaparme para poder orientar bien la enfermedad de las personas, pero también he pensado en estudiar otras disciplinas sean vía universitaria o a modo de cursos, seminarios o grupos de trabajo para aprender y entender al cien por cien la Medicina. En este sentido nunca he tenido la necesidad de acabar antes que nadie la carrera, de elegir especialidad por reconocimientos externos a la profesión o por decir que un puesto en el MIR me hace mejor médico que otra persona, cosa con la que día a día me encuentro en mi entorno.

Antes quería ser médico, ahora quiero ser amiga, hija, vecina, estudiante, compañera, y todas esas cosas que nos definen como personas. No quiero ser médico por lo bonito o feo que sea la profesión, quiero ser médico como una forma de vivir en el mundo, incorporándolo dentro de mí como cualquier otro carácter personal. Ante todo esto también me he preguntado centenares de veces si mi forma de querer ver la medicina es la verdadera, si mis motivos para haber comenzado su estudio y ahora para incorporarla como parte de mi son válidos, o validados por la sociedad. Siento que en muchas ocasiones voy a cruzarme con trabas burocráticas, económicas y políticas en el ejercicio de la medicina pero también soy muy positiva al respecto puesto que aunque existan presiones externas, desánimos o incluso prohibiciones ante determinadas acciones médicas, nadie puede quitarme la manera de entender la medicina, pues sería quitarme mi propia personalidad y puedo asegurar que ningún político o “alto cargo, que no alta persona” podrá arrebatármela.

Hoy por hoy he contestado a aquella persona que fui al empezar la carrera y he comprobado que soñar es precisamente lo que nos hace estar en el mundo y es por ello por lo que entiendo esta profesión como la más cercana a tener bien puestos los pies en la tierra y la que me hace despegarlos de él en momentos claves de mi vida. Soy consciente también que terminaré la carrera exenta y discapacitada para multitud de ocasiones que se me presentarán en la profesión y que seguirá siendo una lucha diaria para adquirir los conocimientos necesarios pero ¿es que acaso en la vida no vamos luchando y superando absolutamente todo? Ante esto solo me queda decir la satisfacción personal que me da seguir hacía delante con mi mirada fija en esta magnífica forma de vida.

Alumna de 6º curso de Medicina de la Universidad de Sevilla.

Quiero ser MÉDICO, sí eso significa poder cambiar en algo (muy poco, lo sé) la realidad.

Siendo sinceros.

Siendo sinceros, las razones que mueven nuestras inquietudes, deseos, metas, ¿intereses?, son habitualmente de lo más corrientes, vulgares, ¿predecibles? Quizás este punto de vista, esté totalmente condicionado por una falta de confianza notable en la filantropía INNATA, y este es el mismo tema. 

Yo, no empecé medicina porque: me gustaba la gente, quería ayudar, quería hacer algo por el mundo, soy un beato de la vida... Yo comencé medicina porque estudiar medicina es guay, me va a solventar el futuro económico, voy a saber mucho, seré alguien respetable; y además, mi padre es médico, ¿acaso existe otra cosa que no sea MEDICINA?: No hombre no...¡es lo mejor para ti, hijo mío! ¿Qué vas a ser si no, artista? Bien, por eso empecé a estudiar medicina. Y digo, empecé. Ciertamente, me resulta complicado creer que un/a postadolescente de 18 años recién cumplidos, SANO/A, sin ningún PROBLEMA reseñable hasta esa fecha, empiece a estudiar medicina por alguna razón distinta que no sea la que yo tuve en su momento. ¿Hasta dónde llega nuestra sensibilidad humana en ausencia de sufrimiento ajeno, y sobre todo propio? Creo, no demasiado lejos. ¿Cómo me va a indignar una sensación, somática o psíquica, que sólo conozco (y muy de pasada) cognitivamente? Difícil, ¿imposible?: bueno, alguno habrá... no fue mi caso.

Año 1, comienzo medicina y la medicina es desbordante. Asistes a las clases: entiendes 2 cosas: una sobre la proteína quinasa A, y otra sobre los canales de sodio/potasio. Incluso, aprendes a decir "sincitiotrofoblasto". Y ya eres médico "de facto" o al menos, para tus amigos, y para esa chica de la biblioteca que te gusta, y eso es muy importante; lo que más. Exámenes. Más clases. Prácticas de laboratorio. Sala de disección. Más exámenes. Patología general: bien, se te baja el subidón. Realmente, no tengo ni idea. Prácticas de patología general: bien, realmente soy una nulidad.  Comienzas a ver enfermos, pacientes, "padecientes". Ahora sí. La planta del hospital: olores, familiares en los pasillos, pasillos sin familiares y además, personas que esperan que tú solventes su problema, sea el que sea, no importa.

La cosa cambia: es la hora de mirar frente a frente al sufrimiento. Ver llorar por un diagnóstico, ver sufrir, ver morir, ver la desesperación por lo que se acaba: hoy, mañana, en 6 meses... Y ver, que tu residente o adjunto puede hacer algo para mitigarlo, ¡incluso para prevenirlo!: consejos dietéticos, fármacos, cirugía, rehabilitación, bronca por fumar... Todo vale para que la sangre no llegue al río.

Ahora sí: nace mi vocación. Empiezo a entender el diálogo: persona-padecer. Uno con el otro: se ignoran, encuentran, distancian, chocan... Voy ENTENDIENDO medicina, sin el "la" delante, porque se aprende en muchos sitios: en cómo nos dice "buenos días" el enfermo, y en cómo gesticula (o no gesticula) cuando le auscultamos. Soy consciente: esto me llevará toda una vida pero estoy dispuesto a llevarla. 

Está bien: estudiar merece la pena si es para esto. ¿Podré aumentar la dignidad humana en mi pequeño círculo de actuación?, ¿en mí mismo?, ¿aunque sea en algo? Me comprometo. Lo voy a intentar. La verdad es que cada día digo con menos entusiasmo que estudio medicina; dentro de muy poco, incluso podré decir que soy médico. Pero no es para mí un orgullo social, poder lucir tan solemne distinción; con todo, quiero ser MÉDICO, si eso significa poder cambiar en algo (muy poco, lo sé) la realidad sufridora y "padeciente" que he visto hasta el momento.  Soy consciente del efecto placebo de la figura del sanador, pero aún así, creo que estamos viviendo una época de cambio en este sentido. Un tiempo en el que cada persona se hace protagonista, y sobre todo responsable de su salud; al fin y al cabo, sólo a ella le pertenece. Sería de desear que nuestra labor en un futuro fuera mucho más encaminada a este tipo de objetivos; espero, no como un acto de cobardía, sino como una verdadera confianza en la actitud del paciente, incluso en la del no-paciente.

Esta mañana, pregunté a mi adjunto dónde estaba la historia de la paciente de la habitación 808-1: mujer, 44 años, neoplasia de mama, metástasis cerebral, cuidados paliativos.
Murió ayer por la tarde. ¿Detrás de todo esto? Sufrimiento. Humano. 
Bien, ahora sí: la MEDICINA comienza a gustarme. Merecerá el esfuerzo. Seguro.

Alumno de 6º curso de la Facultad de Medidicna de la Universidad de Sevilla.

¿Por qué medicina?, para mi no es nada fácil responder a la pregunta

Sinceramente, para mí no es nada fácil responder a la pregunta de porque decidí estudiar medicina, ya que hoy después de 6 años de carrera sigo sin saber los motivos que me empujaron a entrar en esta carrera. Lo que sí sé, es que fuesen cuales fuesen esos motivos mi elección fue la adecuada. Siempre he sido una persona muy insegura, y cuando tuve que elegir un tipo de bachiller, sin duda escogí el de salud porque pensé que era lo mejor para así cerrarme el menor número de puertas posibles, ya que no tenía ni idea de que era lo que iba a hacer. Pensé que tenía dos años todavía y que podría decidirme en ese tiempo, pero el tiempo se iba acabando y yo aún no me había decidido.

Tenía en mente muchas carreras y todas me parecían igualmente validas, me veía en todas y no me veía en ninguna y lo más curioso de todo es que en ningún momento pensé en la medicina como una de ellas. Como muchas otras personas al final me decidí por escoger una al azar ya que no había nada que me llamara la atención y acabé matriculada en derecho y periodismo en el CEU de Madrid (seis largos años de una carrera que hoy me parecería imposible de hacer). Así pues, parecía que ya había decidido que iba hacer con mi futuro, y aún así yo no estaba contenta, había algo en mi interior que me decía que eso no era lo correcto. Entre tanto, empecé a estudiar los exámenes para la selectividad y recuerdo que una mañana mientras estudiaba biología, me pregunte ¿de verdad voy a estudiar 6 años de derecho?, si la biología siempre me ha gustado ¿Por qué no estudiar entonces medicina? Y tal y como esa pregunta surgió en mi cabeza me di cuenta de que era lo que tenía que hacer, así que se lo dije a mi madre (que se echó las manos a la cabeza) y así comenzó mi historia con la medicina.

Durante los primeros dos años lo pase francamente mal, ya que veía a todos mis compañeros ilusionadísimos por estudiar algo que llevaban esperando, la mayoría desde pequeños, y yo me encontraba totalmente perdida y sola, ya que acostumbrada a estudiar siempre en el último momento y bajo la ley del mínimo esfuerzo ahora tenía que estudiar de verdad y me preguntaba constantemente si todo ese esfuerzo se vería recompensado, o si estaba esforzándome en algo que al final no iba a gustarme. Me aterrorizaba pensar que era a eso a lo que me iba a dedicar de por vida, ¿y si no me gustaba al final?, sin embargo, aunque soy una persona insegura, odio rendirme asique abandonar no estaba en mi cabeza.

Pasados esos dos primeros años y coincidiendo con el inicio de nuestras prácticas en el hospital, empecé a relajarme, deje de preocuparme tanto por el futuro para comenzar al vivir el presente, y así fue como empecé a disfrutar de esta maravillosa carrera, de todas la posibilidades que ofrece y que estaban todas a mi alcance. Ahora que voy a acabar ya esta magnífica etapa de vida, me siento exactamente igual que esa niña de 17 que tenía que escoger una carrera, solo que ahora toca escoger una especialidad. Igual que entonces pensé que 6 años serian suficientes para decantarme por algo con seguridad, pero aquí estoy sin saber qué es lo que voy a terminar haciendo. No obstante, existe una gran diferencia porque sé, que escoja lo que escoja va a ser una gran elección, ya que por fin he encontrado mi camino y puedo decir con total seguridad que ante todo quiero ser  una gran medico.
Rosa Mª Vega Rodríguez. 6º medicina. Hospital Universitario Virgen de Valme.

La mejor decisión de mi vida ha sido estudiar medicina

Sí, desde muy pequeña lo imaginaba, lo soñaba, lo sabía…, quería ser médico. Pero, ¿por qué médico?, esta pregunta fue cambiando con los años que cumplía. Cuando era una niña simplemente era mi juego favorito, me quedaba con las recetas y las cajas vacías de los medicamentos que había en casa y montaba mi pequeña consulta para curar a mis muñecos. Además, me encantaba decir que sería médico de mayor, lo decía siempre muy decidida, convencida, segura de que lo sería porque así lo sentía. Conforme pasaban los años, esa fascinación que me producía la medicina como juego, fue cambiando, me gustaba la ciencia, mis asignaturas preferidas eran ciencias naturales, química, biología y evidentemente sin ninguna duda escogí el bachillerato de ciencias. Y después de haber hecho la famosa selectividad, llegó el día de la elección de comenzar mi sueño, mi objetivo: estudiar medicina. A pesar de mi buena nota, mis padres me decían que pusiera otras opciones, otras posibles carreras por si acaso no podía ser medicina. ¿Qué podía no ser medicina?, eso no entraba en mis planes, era impensable para mí, sería medicina o medicina, no iba a ser otra cosa. Y lo demostré.

No me dieron medicina en aquella primera adjudicación, y sin pensármelo dos veces, me dije: pues repetiré selectividad para sacar más nota y si no es este año será el próximo, pero voy a ser médico. Así lo hice, repetí selectividad aún sabiendo que eso ya no repercutiría en ese año, pero no me importaba, necesitaba esa oportunidad de poder estudiar medicina, no era justo que no la tuviera. Sin embargo, mi destino me no era esperar otro año, pues después de una segunda adjudicación me dieron medicina en Cádiz, y lo que era aún mejor, en la tercera me dieron medicina en Sevilla. El principio de mi objetivo comenzaba. Puede que un primer momento, cuando tenía 17 años, lo que más me interesaba de la medicina eran los conocimientos, aprender el porqué de las enfermedades, cómo diagnosticarlas y cómo tratarlas. Despertaba tanta curiosidad en mí, como la de un niño cuando empieza a comprender el mundo que le rodea y se pasa el día preguntándole el porqué de todo a sus padres. Sin embargo, a medida que fui adquiriendo esos conocimientos, me daba cuenta de que todos esos datos, toda esa cantidad de información me resultaba vacía sin la verdadera esencia de lo que para mí es la medicina: ayudar a las personas.

No fue hasta tercero de carrera, cuando entré en el hospital, cuando de verdad me di cuenta y me sentí tan feliz de mi elección.  El hecho de que una persona venga a ti buscando ayuda, mejoría, o simplemente compresión por su situación me parecía lo más maravilloso que me podía pasar. Sentirme útil para los demás, poder darles lo mejor de mí, sí, sabía que era eso a lo que quería dedicar mi vida. Gracias a las prácticas en el hospital he ido aprendido, no solo ver la teoría de las enfermedades que obviamente resulta necesaria, sino a cómo tratar a esas personas que llegan a un hospital asustadas, preocupadas, doloridas, etc. y mi visión personal es que además de un buen diagnóstico y tratamiento (médico o quirúrgico), es esencial una muestra de afecto, de respeto, de cariño, de comprensión, y que ese momento es tan gratificante para el paciente como para el médico.

Ahora seis años después, aunque las motivaciones siguen siendo las mismas en esencia, se han sumado otras muchas que hacen que la medicina cada vez me parezca más bonita y que me sienta más cerca de ella, más partícipe y por supuesto con muchísimas ganas e ilusión por poder empezar un nuevo camino practicando la misma. Y sí, aunque ha sido un camino duro, lleno de obstáculos difíciles de saltar, me siento muy orgullosa de mi elección, y lo haría mil veces si fuera necesario, para cumplir mi sueño.

Alumna de 6º de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla.

Ser médico es una forma de vida, que hay que estar preparado para todo, que habrá momentos muy duros pero los buenos serán tan buenos que los compensarán

Mi vocación por la medicina surgió desde bien pequeña. Cuando ya en el colegio nos preguntaban que queríamos ser de mayores, lo tenía muy claro: quería ser médico. Mientras algunos pensaban que eran cosas de niños, poco a poco algo en mí iba surgiendo, inquietudes, preguntas, a la vez que inseguridades y miedos, que si era una carrera muy difícil, larga, que había que tener mucha vocación... Conforme pasaban los años, ya en el instituto empezaba a ser consciente de que no podía cesar en el esfuerzo de conseguir las máximas notas, ya que finalmente de ellas dependería el posible acceso a esta carrera que tanto me apasionaba.
Por suerte, todo el empeño y horas dedicadas, momentos de estrés y llantos se vieron compensados el día que recibí mi nota de selectividad, ¡ya era una realidad!, comenzaba la carrera y mi sueño estaba cada vez más cerca. Fue en el cuarto curso cuando comencé a hacer más prácticas en el hospital, cuando verdaderamente me di cuenta de que no me había equivocado, que todas mis dudas respecto a la vocación, esa palabra que tantas veces había escuchado y que tanto me constaba comprender si eso era realmente lo que yo sentía, habían desaparecido. Lo supe en el mismo momento en el que empezamos a tratar con los pacientes, fue una experiencia tan gratificante que no tuve duda alguna, eso era lo que realmente me hacía feliz.

Se dice que no hay que mezclar lo personal con lo profesional, pero sinceramente creo que eso en la medicina, es mucho más difícil de conseguir, y al igual que hay situaciones en las que no te puedes sentir mejor, al ver que una persona se ha curado, también hay situaciones difíciles en las que no puedes hacer nada mas por ese paciente, niños muy enfermos… en estos casos es imposible que no te afecte, y es entonces cuando aparece además del papel que todo medico tiene como profesional, ese gran corazón, y ganas de ayudar a los demás, que un medico ofrece a sus pacientes para hacer que el tiempo que le quede por vivir lo haga lo mejor posible. A lo largo de estos años me he dado cuenta de que ser médico es una forma de vida, que hay que estar preparado para todo, que habrá momentos muy duros pero los buenos serán tan buenos que los compensarán, porque un solo gesto o mirada de una persona que deposita toda su confianza en ti sin conocerte de nada es algo que no tiene precio, son esas sensaciones que tiene un médico aquellas que yo quería para mi vida, para mi trabajo y para mi felicidad. Espero superar con éxito la última prueba (MIR) y empezar a poner en práctica todo lo que he aprendido durante esta larga etapa.

Desde aquí animo a aquellas personas que se encuentran en esos momentos de duda e incertidumbre sobre su elección, que no piensen en los inconvenientes de lo que es el estudio en sí de esta carrera si no en lo positivo, en las alegrías y satisfacciones que podrás obtener el día de mañana, que un esfuerzo a tiempo te va a recompensar toda la vida, que es muy importante que cada día cuando te levantes para ir a trabajar sientas que tu trabajo es lo que te gusta, por aquello que tanto luchaste y lo que realmente te hace feliz.

Alumna de 6º de la Universidad de Sevilla

Tener la capacidad de poder curar o al menos aliviar la enfermedad de una persona es algo que me llena más de lo que imaginé

Mis motivos iniciales para estudiar Medicina fueron sencillos, y en parte los esperables en una chica de 17 años: quise estudiar Medicina por la categoría y el supuesto reconocimiento social que conllevaba. Me parecía una carrera con una buena salida profesional y que además yo pensaba que tenía cierto status en la sociedad (cosa que poco a poco vi que no era cierta, ya que en España el Médico está casi sometido al paciente, mientras que la relación Médico-Paciente debería ser de iguales y no de autoridad ni por parte del Médico ni por parte del Paciente)

Mi entrada en la Facultad de Medicina fue una sensación agridulce: estaba ilusionada porque iba a estudiar lo que había elegido, sin embargo, esa alegría duró poco debido al desencanto que llegó cuando vi que el plan de estudios y el sistema educativo que ejerce la Universidad de Sevilla no es funcional, no sirve para que aprendamos Medicina, sirve para que memoricemos y nos busquemos la vida si queremos aprender a hacer algo.

Algunas prácticas durante la carrera han sido completamente inútiles, aunque también ha habido otras (normalmente las de Médica) que me han servido de mucho. Ahí es cuando todo mejoró en cierto modo. Entrar en el segundo ciclo de la carrera implicaba prácticas en el hospital, que nos habían sido negadas durante los tres primeros años.

Entrar en el Hospital a hacer prácticas era un mundo nuevo. Te das cuenta que no solo tratas una enfermedad, no solo tienes que interpretar unos signos y síntomas y llegar a un diagnóstico certero, estás tratando con una persona, igual a ti, con sus problemas y alegrías, y no solo eso, sino que esa persona está poniendo su salud en nuestras manos. El trato humano fue lo que más me sorprendió. Hay que implicarse, y sin embargo debemos tener claros ciertos límites. En el hospital, junto a los pacientes y los médicos es donde de verdad empecé a sentir que estudiaba medicina, y lo más importante, descubrí que mis motivos iniciales se quedaban obsoletos. Aprendí que quería ayudar a la persona al completo, que una palabra amable hace a veces más que un fármaco.

A día de hoy, reafirmo mi decisión de estudiar Medicina, si bien mis motivos al comienzo eran otros, ahora son mejores. Tener la capacidad de poder curar o al menos aliviar la enfermedad de una persona es algo que me llena más de lo que imaginé. Y aunque no comparto la organización del Sistema de Salud Español, no por ello perderé la ilusión en la Medicina. A día de hoy mis expectativas de futuro es poder ejercer la Medicina de la forma más plena posible. Quiero por ello ir a Alemania o algún otro país con mejores condiciones que España, que últimamente en Sanidad y en todo no anda demasiado bien.

Este es sin duda el trabajo que más me ha gustado hacer, pocas veces se nos da la oportunidad de hacer una reflexión y retrospectiva acerca de lo que hemos hecho y hacemos. Nos centramos solo en los exámenes y no nos paramos un momento para ver dónde hemos llegado y a dónde queremos llegar.
Amara Aladel Ponce. 6º Medicina HUVV

La Medicina es una actitud, un estilo de vida, una forma de ser anti-egoísta del ser humano. Exige voluntad, valor y sacrificio.

La respuesta a la pregunta ¿Por qué estudiar medicina? puede abarcar tantas facetas como las que tiene la propia carrera en cuestión.

En mi caso, la elección no ha sido tan influenciable por el entorno; fue más bien una decisión con un matiz de rebeldía. He crecido en una familia de ingenieros, en donde tuve que imponer mi visión propia de lo que puede ser UNA PROFESIÓN o una ocupación que va a ser De Por Vida. Es decir, lo más estable que el uno va a tener y que va a determinar su forma de ver las cosas, su personalidad, sus intereses a distintos plazos y sus oportunidades de tener acceso a la ayuda de los demás. Teniendo en cuenta mi punto de vista de la vida, elegí LA MEDICINA como principal dedicación. Y yo personalmente la defino de la siguiente manera: "la Medicina no es una carrera, ni mucho menos. Es una actitud, un estilo de vida, una forma de ser anti-egoísta del ser humano. Exige voluntad, valor y sacrificio. No buscamos ser médicos; la medicina busca y elige quién es digno de ser médico."

Eso dicho, luchar por lo que quieres, sacrificar tu tiempo, tu juventud, tu generosidad, tu esfuerzo, etc. por una buena causa, ayudando a los demás en lo más apreciado de la vida; la salud y el bienestar a distintos niveles, no tiene precio. No es un producto que vendemos, ya que el que busca negocios e intereses de índole materialista, quizás a mi entender, se equivocó en la elección y eligió el camino más largo, aumentando su probabilidad de padecer a la larga un síndrome de Burn Out.

Por otro lado, desde que entré en la facultad hasta ahora, hubo una serie de lecciones aprendidas. Evidentemente, la visión que tenemos a los 18 años no nos permite interpretar adecuadamente las cosas, no obstante, esa ignorancia es la que nos ayuda a confiar en nuestros instintos y optar por un camino determinado. Y ESA DECISIÓN, se va reforzando en las siguientes etapas con nuestra madurez. Por lo tanto, es necesario a veces optar sin pensarse las cosas demasiado, y eso nos hace más felices. Por mucho que nos imaginemos cómo pueden ser las cosas en medicina, no van a ser iguales. Con los años se aprende la paciencia, ya que la medicina es una carrera que hay que contemplar a largo plazo. Son muchos años de estudio, esfuerzo, experiencias y sobretodo madurez los que necesitamos para llegar a ser Médicos. Y es que cuanto más tarda en llegar la recompensa, tras un camino largo de obstáculos y perseverancia, más grande es. Es verdad que algunos de nosotros una vez comprometidos con la medicina, decidimos sacrificar ciertos talentos personales como pueden ser la música, la narración, algún deporte o cualquier otro, como es mi caso.

Dejé atrás un pasado en el que aparentemente mis esfuerzos tenían más mérito y reconocimiento que ahora. Dicho de otro modo, aunque era muy buena estudiante, destacaba por otras cualidades. Sin embargo, tenemos que entender que en el momento en el que emprendemos el trayecto más difícil para nosotros en particular, nos decidimos desafiar nuestras posibilidades, y eso nos abre nuevas experiencias. Y para acabar, decir que un esfuerzo sin sacrificios o una opción sin dificultades no nos satisfacen realmente. Y eso es muy importante entenderlo en medicina.

Sophia Lahata. Alumna del Hospital Universitario de Valme de Sevilla.

Me ha apasionado el equilibrio, o a veces la tensión, que hay en la medicina entre ciencia y arte, entre conocimientos y práctica profesional, entre aplicación de datos y relaciones humanas

A meses de acabar la carrera revivo muy a menudo una etapa de mi vida parecida, justo hace ahora seis años. Salía del camino preseleccionado por otros para tomar la primera gran decisión sobre tu futuro: ¿Ir a la facultad? Eso lo tenía claro pero, ¿qué estudiar? Era un gran problema para mí. Yo era una rebelde sin causa adolescente que quería dedicar su vida a las personas y las injusticias de este mundo por lo que no quería tener que desechar carreras humanistas o políticas. Decidí hacer medicina a última hora, echando la preinscripción porque realmente me gustaba por encima de las demás.

En todos estos años la medicina me ha ido apasionando cada vez más y ahora no me vería de otra cosa. Durante cinco años he estudiado medicina y buscado mi causa en los ratos libres. En estos años he sentido fascinación por el cuerpo humano, por los mecanismos íntimos que lo regulan, por cómo descubrir ese universo completo que hay dentro de cada ser humano.He visto y podido compartir la fascinación del conocimiento vertiginoso, de cómo lo que he estudiado se basa mayoritariamente en descubrimientos recientes, cómo la investigación y el conocimiento en medicina avanza a una velocidad como casi ninguna otra ciencia y he admirado el sudor que subyace en todo esto. Me ha apasionado por el equilibrio o a veces la tensión que hay en la medicina entre ciencia y arte, entre conocimientos y práctica profesional, entre aplicación de datos y relaciones humanas.

También por lo que representa el sistema sanitario en la sociedad, un cosmos valorado por la gente, que resuelve problemas reales, donde trabajar puede ser cualquier cosa menos aburrido, donde los retos aparecen cada día y son por y para las personas en su conjunto. Por la posibilidad de ejercer la medicina con un componente de ayuda a los demás importante.

Pese a lo dicho sobre la medicina, la carrera me ha decepcionado bastante y veo que habría muchas cosas que mejorar. En primer lugar siento que hemos perdido mucho tiempo por falta de organización, por tener que esperar al no haber consultas o quirófanos en las prácticas que nos tocaban, por no encontrar a los médicos o estar estos salientes de guardia, o simplemente por no haber aprendido nada en toda una mañana al nadie haberse parado ni un segundo en ti. Por otro lado veo también  mala organización de la teoría con contenidos repetidos pero dados de manera diferente. Se deberían juntar las médicas y las quirúrgicas de un mismo aparato o sistema. Además el método de clase magistral está obsoleto en mi opinión, y además te hace perder el tiempo en coger y maquetar apuntes. ¿No podrían los profesores dar los apuntes y textos escritos y editados por ellos y dedicar las clases más a casos clínicos, debates, explicación de dudas, etc.? Nosotros podemos estudiarnos esa teoría y luego disponer del profesor para afianzar y aprender esos conocimientos. Se ha visto en 6º que no somos capaces de hacer bien casos clínicos, a meses de ser médicos.

Por último, añadir que este año a última hora, como entonces en el instituto, llega otra gran elección de mi vida: la especialidad. Y con esto, creo haber encontrado mi causa: hacer medicina de familia.Llevo mucho tiempo oyendo campanas sobre el tema (gran contribución de la ADSP con la que aprendí que hablar de política era hablar de salud) pero este año se ha abierto plenamente ante nosotros la posibilidad real de contribuir a una medicina holística, una medicina que trata todos los aspectos de las personas (integrando la psicología-psiquiatría que tanto me cautivó el año pasado), una medicina social. Basada en la prevención y promoción de la salud, que cuenta con la ciudadanía, es más, la hace partícipe y que abarca no solo al ámbito sanitario. Una manera de hacer medicina que realmente me realice, con las que desarrollar también esas inquietudes que me acompañan desde el instituto en el ámbito profesional. Este año he acabado de entender que preocuparse por la economía es preocuparse por la salud de las personas.

Esa es la cara bonita de la moneda pero por otro lado me asusta mucho esta idea porque esta decisión no es sencilla y tengo algunos miedos. Miedo a que la medicina de familia sea muy dependiente de los modelos de sistema sanitario y de los gobiernos de turno y que todas las cosas hermosas que he citado en los párrafos anteriores se queden en pura teoría y el trabajo diario sea muy distinto a esa teoría. Quiero decir que otras especialidades son menos dependientes del modelo político-sanitario. 

De hecho atando cabos me atrevería a decir que es así de modo intencionado. Porque me pregunto: si está claro que invirtiendo más en atención primaria la medicina es más barata ¿por qué no se hace? ¿Por qué, de hecho, cada vez se le retiran más recursos? Supongo que ahí hay razones políticas y de intereses privados (por ejemplo eso de empoderar a la gente para que participe y sea actora principal de su salud puede que sea demasiado peligroso para el statu quo establecido). Sin entrar más en las causas, la consecuencias son tener 5 minutos por paciente (con los que ¿qué medicina holística cabe?), no tener tiempo ni recursos para poder llevar a cabo programas de prevención y promoción, y ya ni hablar de la intersectorialidad. Supongo que debes estar alerta y buscar las herramientas para que no te inunde la frustración.

Con todo este recorrido he aquí mi doble causa: por un lado quiero ser una muy buena profesional de atención primaria dando una atención integral (no solo proveer ausencia de enfermedad). Es un reto porque entiendo que para esto hay que formarse en otras parcelas como psicología (la afectividad mueve el mundo). Y a lo mejor tener que hacerlo por mi cuenta. Por otro lado quiero luchar para que esto pueda ser posible, para que todo esto no quede en los apuntes de 6º de medicina sino que le lleve a la práctica. Luchar por un sistema nacional de salud, basado en la atención primaria, que de la prioridad que necesitan la promoción de la salud y prevención y que capacite a la ciudadanía y profesionales para todo ello. Ser médica de atención primaria me parece el mejor lugar desde donde hacerlo.

Alumna de 6º curso de Medicina de la Universidad de Sevilla.

Medicina…? Asignatura pendiente de mi vida

Como han pasado los años, aunque parece que fue ayer cuando decidí aventurarme en el mundo de la medicina.

Desde pequeña siempre he estado en contacto con el mundo de la Medicina porque la he vivido en mi familia y siempre soñé con ser Médico. Los años pasaban y esa ilusión crecía, cada día encontraba más motivos para el día de mañana dedicarme a este mundo también. Mi madre es enfermera y muchas tarde de niña me iba por las tarde al hospital con ella como voluntaria en oncología infantil y cada sonrisa de esos niños hacia que creciera mi ilusión, ellos son los que me daban una lección cada vez que aparecía por allí. Llego el momento de decidir, llego el momento de emprender la aventura… Y justo en el momento previo mil dudas invaden tu cabeza, dudas como si por mucha ilusión que tuviera, quizás podría equivocarme…Cuando terminé selectividad y me senté ante mis posibilidades, medicina se encontraba como prioridad en una lista de otras vías, vías que se alejaban de la medicina. Me sentía en medio de los extremos medicina o traducción e interpretación. Era momento de decidir y dar un paso más. Tenía miedo de no ser capaz de lograrlo, pero esa iba a ser mi asignatura pendiente, enfrentarme a esos miedos. Ahora tenía que empezar a decidir yo, elegir lo que realmente iba ligado a mí. 

¿Me estaría equivocando…?

Medicina fue mi elección final y la aventura comenzó…Me deje llevar por ese sueño de niña, sueño que con el tiempo está haciéndose realidad.Aún recuerdo aquel día en el que empezó todo, en el que cada día era aprender, cada día era un compromiso, una lección, un caer y levantarse. No ha sido fácil, muchas veces algunas ideas de abandonar invadían mi cabeza porque las cosas se complicaban pero me siento tan atada a ella que a día de hoy pienso que me hubiera arrepentido de no haber elegido este camino porque está siendo el mejor viaje de mi vida. Al principio fue difícil acostumbrada a sacar buenas notas en el colegio dedicando poco tiempo y me di cuenta que aquí no era tiempo lo que le dedicabas, era tu vida porque conforme iba pasando el tiempo te iba enganchando, te iba sorprendiendo, te iba enseñando los verdaderos valores de la vida, esos valores humanos y compromiso no solo con las personas sino con uno mismo.

Todos estos años de esfuerzo y sacrificio que no han sido fáciles ya que siempre encuentras alguna piedra en el camino, me han hecho madurar, me han hecho conocer valores muy importantes para y con las personas, es una lucha constante en la que el objetivo es la vida. Sientes miedos, inseguridades a los que te tienes que enfrentar e ir superando, niveles que tienes que superar y esa experiencia que vas adquiriendo, esos conocimientos que pones en práctica, aquellos que un día decías mientras estudiabas y esto para qué tengo que estudiarlo, lo estas poniendo en práctica y que nunca es suficiente y siempre necesitas saber más, no solo es cuestión de actualización de conocimientos, son miles de curiosidades que quieres comprobar que descubres y te sorprenden y te dan esa fuerza y ánimo para los momentos en los que no sabes qué hacer. Estos años, además me han dejado momentos increíbles, he conocido a personas inolvidables, me han enseñado y he enseñado aunque nunca puedes caer bien a todo el mundo pero a pesar de todo ello y de no estar en casa con mi familia a la que le debo que todo esto se pueda hacer realidad, tampoco me sentí sin ella por el calor y apoyo que encontré todo este tiempo

El camino que comencé un día, hoy veo que tiene sentido.

Adriana Martínez Nicolás. 6º Medicina. Hospital Universitario Valme. Universidad de Sevilla

El médico ¿nace o se hace?

Lo primero puede ser necesario, lo segundo es absolutamente imprescindible.

En mi caso, nací y crecí respondiendo siempre ante la típica pregunta de los adultos ¿Y tú que quieres ser de mayor?: ¡Médico! Sin ninguna duda, y sin ni siquiera plantearme otra opción. Seguí creciendo con esa misma idea, haciendo bachiller y una prueba de acceso a la universidad bajo fuerte presión que yo misma me impuse, porque si no estudiaba medicina no quería estudiar nada más, “es lo único que me apasiona y no quiero dedicar mi vida a algo que simplemente me guste”, decía. Ahora que lo pienso pasado unos años no sé por qué jamás pensé en una segunda opción por si algo no salía bien, supongo que hay algo de verdad en eso de que “el médico nace”. Sin embargo, fue durante el estudio de la carrera cuando me di cuenta que la segunda parte, la de que “el médico se hace” es esencial.

Llegas al primer curso y todo te maravilla, todo es nuevo para ti (según leí un alumno de medicina aprende en el primer año unas 5.000 palabras nuevas), y piensas que todo va a ser increíble. Y puede serlo, pero también muy duro. Luchas durante la formación con miles de trabas, horas y horas de estudio para finalmente conseguir en muchos casos un aprobado “raspón”, te encuentras con unas prácticas deficientes en calidad y cantidad, siendo éstas una de las mayores motivaciones de un estudiante de medicina, porque siendo sincera, nos caracterizamos por la constancia, el esfuerzo, la ilusión y las ganas de aprender, que pueden verse fácilmente frustradas antes “ profesionales” médicos que no son capaces de estar a la altura de nuestras humildes necesidades de formación.
 
Pero no, no es suficiente esto para frenar al futuro médico, porque está lleno de vocación y asume desde ese mismo momento que la responsabilidad de unas buenas prácticas ya no sólo está en el tutor que se te asigna, si no en uno mismo. Como en los procesos elaborativos, añadimos experiencias a nuestra vida y acabamos viéndolo como algo positivo, que te hace de cierto modo sentirte menos dependiente.

¡Se aprende tanto en unas prácticas! Es ahí cuando te das cuenta de que la medicina pocas veces es una ciencia exacta, que además no vas a dejar de estudiar nunca porque es tremendamente cambiante y amplia, y siempre tendrás cosas que aprender; que supone una gran carga emocional, pues trataremos con personas con sus vidas, problemas, sentimientos…que a veces haremos nuestros; que muchas veces los conocimientos científicos y técnicos pasan a un segundo plano y prima la calidad humana como fuente principal de atención al paciente… Pero además es el momento de comprobar si verdaderamente estás destinado a ser médico. Si es así, disfrutarás de cada práctica,  preferirás no ir a las clases  para ver la evolución de los pacientes que viste el día anterior, te entusiasmará la idea de convertir eso en tu profesión…porque se impone el deseo de poder ayudar a alguien, aunque sólo sea con palabras amables y empáticas, el saber que hay personas que van a agradecer tu esfuerzo de años y el sentir el orgullo de estar encargada, en cierto modo, de algo tan valioso como la salud y el bienestar.

Sin duda alguna, una vez habiendo pasado por estos 6 años, puedo decir tranquila que no me equivoqué. Elegí, además de una carrera, un modo de vida y tendré la profesión más bonita del mundo.

Alumna de 6º de la Facultad de Medicina de Sevilla.

El ejercicio de la profesión es sacrificado y constante, pero la satisfacción que te produce es inexplicable

A diferencia de lo que dirán muchos: “Yo desde pequeño ya sabía que quería ser médico, siempre ha sido mi sueño, nací para ello, lo elegí porque mi padre es médico…” Yo no tengo familiares médicos ni sanitarios y sinceramente no me planteé la idea de estudiar medicina hasta que mi hermano mayor, un ejemplo a seguir para mi, entró en la carrera y empezó a contarme de qué iba todo esto.

Ahora mismo no sabría decir los motivos que a él le llevaron a estudiar medicina, porque yo era pequeño, pero sí que recuerdo la cantidad de horas que hechaba por las tardes, encerrado en su cuarto, estudiando y esos agobios antes de los exámenes. Pero nunca olvidaré la ilusión con la que relataba sus experiencias y anécdotas desde que empezó con las primeras prácticas de anatomía y ya sobretodo cuando comenzó con las prácticas de hospital, de hecho a veces, había que decirle que se callara porque podía resultar un poco pesado, todo el día hablando del mismo tema…El único inconveniente que yo le veía apriori no era solo la nota tan alta que había que sacar en selectividad y Bachillerato, sino la cantidad de horas y sacrificio que tenías que dedicarle una vez que entrabas en la carrera. Esto no me importaba, yo estaba lleno de curiosidad e ilusión y no me lo pensé dos veces cuando tuve que rellenar la hoja de preinscripción para la universidad, lo tenía muy claro, sólo puse medicina, sin ninguna otra opción.

Los primeros años de la carrera, como todo el mundo sabe, fueron los menos interesantes, ya que supuestamente son una base para lo que vendrá después y las prácticas de hospital no empiezan hasta tercero-cuarto, de todas formas yo ya estaba concienciado de esto. Recuerdo tener compañeros en clase que comentaban “esto no es medicina”, “¿Dónde me he metido yo?”. Los años fueron pasando y llegó aquel tan deseado primer día de prácticas en el hospital Macarena en la planta de medicina interna. La experiencia no se podía explicar con palabras, en cuanto llegué a casa fui a ver a mi hermano para contárselo. Durante las prácticas te das cuenta de que te vas enterando cada vez más de las cosas, de los distintos signos y síntomas, el diagnóstico y tratamiento… mientras observas y escuchas a tu médico de prácticas, que es capaz de curar, ayudar y hacer feliz a los demás y a veces hasta de sacar una sonrisa a una persona que está pasando por un mal momento, que tiene dolor o una enfermedad y que deposita su confianza en el médico… es ahí cuando admiras el trabajo de esa persona, lo tomas como ejemplo y tú quieres ser como él.

A escasos meses de acabar con la carrera he decir que no me arrepiento en absoluto de haber tomado esta decisión años atrás. Como he dicho arriba han sido unos años de trabajo duro y el ejercicio de la profesión es sacrificado y constante, pero la satisfacción que te produce es inexplicable y te hace sentirte útil en la sociedad y realizado contigo mismo.

Alumno de Medicina de la Universidad de Sevilla

La medicina es un duro romance

Pienso en hace seis años y dónde estaba, lo pienso ahora y siento que en esencia no han cambiado las cosas para mí en tanto tiempo, la medicina comenzó como una curiosidad o una ambición y acaba convirtiéndose en un anhelo, una pasión y algo más que una afición. Es una doctrina con la que mantienes una relación fluctuante, desde la máxima dedicación hasta la repulsión, pasando por miles de posiciones intermedias. Es en sí misma cambiante, adaptable a los nuevos tiempos y a los diferentes niveles y exige un alto grado de compromiso por parte de uno mismo que no siempre está dispuesto o puede asegurar o cumplir. Sin embargo a pesar de esto, cuando estás ya dentro de esta dinámica quizás, como con las relaciones con las personas, prefieres seguir manteniéndola aunque sea estando de mal humor. Prefieres llevarte y tener ese contacto que no tenerlo. Al menos así me pasa a mí.

Seamos sinceros, cuando empecé la carrera no estaba seguro si quería ser médico, para empezar no sabía ni lo que quería ser. Quería ser y hacer tantas cosas que medicina se me antojaba una más de las posibilidades a las que encaminarme. Ciertamente estaba interesado, me gustaba, tal vez la que más, pero la idea vocacional, la idea de “desde pequeño he querido ser médico” no estaba. Así que lo mío ha sido un descubrimiento, un enamoramiento lento y progresivo, un descubrir qué es y disfrutar de ello, un aprender constante, una sensación de nunca acabar de conocerlo todo y que cuanto más inmerso te hallas en ello, más te das cuenta que te queda mucho por saber. Pero ahí queda que a pesar de todo, siempre quieres seguir con ello y más atrapado te encuentras.

Pero no es un camino fácil de recorrer y es normal que en el transcurso de esta andadura haya baches y obstáculos en el camino. La docencia en la carrera deja mucho que lamentar, se sacrifica tiempo personal que debes dedicar a esto, encuentras compañeros perfectos pero otros que van por otras entendederas que pueden ofuscarte -es una carrera que siempre todo se toma desde un punto de vista muy personal- los fracasos pesan y tenemos mucho en nuestra contra (tanto en el plano académico como en el clínico), es una prueba de resistencia constante ante la cual podemos vernos derrotados en cualquier giro de los acontecimientos; pues no nos queda otra que asumir que en esta “ciencia” (más bien arte) las cosas son así.

La medicina es para mí una carrera que se dedica al estudio del ser humano, y el ser humano es tan increíblemente complejo, resulta titánica la tarea de intentar comprenderlo. Hay que ser un poco de todo (a veces un mucho de todo) para poder dedicarte a esto: biólogo, filósofo, químico, psicólogo, físico, sociólogo y hasta economista (ahora que estamos en crisis). Y esto, permítanme que lo diga así, es fascinante. Pero me corrijo, no se trata de comprender únicamente cómo somos los seres humanos: se trata de actuar, se trata de ayudar, se trata de tratar. Es hacer de la vida de los demás algo más agradable, más cómoda o más llevadera. Como he dicho antes, es una carrera dura, es una profesión difícil, y requiere pasión y entrega. Pero al tratarse de cuidar, proteger y curar lo más importante que cada uno tiene en el mundo, que es su vida; cuando alguien pone la confianza en ti para que lo ayudes, es cuando pasa de ser fascinante a ser maravilloso. Y eso merece la pena.

En la medicina subliman los ideales de dedicación y entrega a la sociedad, a las personas. Para entregarse a ello ha de hacerse un enorme esfuerzo cuya única recompensa que no nos podrán quitar es la de querer haberlo intentado y hacerlo de la forma que nosotros hayamos considerado correcta. ¿Por qué estudié medicina? Primero por querer saber, ya luego descubrí otros motivos que son más satisfactorios que este; pero debe subyacer esa curiosidad por tratar de acercarte. Lo demás lo vas descubriendo con el tiempo, es muy fácil enamorarse de todo esto.


Juan Antonio Ramón Soria, 6º HUV Valme, FM de la Universidad de Sevilla.

No sólo se aprende de los libros, cada paciente es una persona única que también te enseña a ti

Corría finales de año de 1989 cuando mi madre me trajo a este mundo y creo que desde ese momento, cuando aún pendía de mí el cordón umbilical y ni siquiera había puesto en práctica el reflejo de succión, ni tampoco había pasado todavía el primer examen de la vida, el test de Apgar, yo ya quería ser médico.

No parece lógico pensar de este modo, pues se preguntarán ustedes que cómo puede ser eso posible, que una criatura recién nacida tome tan prematuramente una decisión de semejante calibre. Quizá algunos piensen que lo llevaba en los genes, lo cual es una explicación bastante plausible, pero no, no es la respuesta, pues nadie de mis ancestros fue médico, ni galeno, ni matasanos ni tan siquiera cirujano. ¡Ojo!, yo tampoco sé la respuesta, no sé por qué a tan pronta edad tomé esa decisión. Lo que sí puedo decirles es que el único peluche que me gustaba era uno vestido de médico; que los juguetes que pedía por cumpleaños y Reyes eran fonendos de plástico, batas blancas y  jeringas de goma; que cuando se me moría un hámster o me encontraba algún animal muerto por el campo, no dudaba en hacer mi propia “autopsia” para ver los órganos de los pobres animales; que incluso me atreví a ir al osario del cementerio para ver huesos humanos; que en ciencias y biología no bajaba del diez en el instituto…

Evidentemente, cuando hice la preinscripción para la universidad, no lo dudé ni un solo instante: primera opción MEDICINA, segunda opción NADA, pues habría repetido selectividad mil y una veces si hubiera hecho falta por tal de hacer esta carrera. Mi meta no era ni más ni menos que ser médico, con todo lo que eso conlleva, es decir no tenía la pretensión de ser un nuevo Galeno y formalizar toda la medicina anterior a mí, ni hacer descubrimientos tan importantes como el de William Harvey, ni tampoco inventar alguna vacuna, como hizo Edward Jenner con la de la viruela. ¡Nada de eso!, lo que yo pretendía era tener el conocimiento suficiente que todos estos personajes nos han hecho llegar a lo largo de los siglos para tener una profesión en la que levantarme cada mañana y tener a alguien esperándome a quien poder atender, no sólo al que explorar y diagnosticar, sino también al que animar, consolar o esperanzar; no sólo al que tratar y seguir, sino también con el que empatizar y del que aprender, pues no sólo se aprende de los libros, cada paciente es una persona única que también te enseña a ti.

Sin duda si volviese atrás, tomaría la misma decisión que ya tome hace algunos años. No hay nada que me guste más que ser médico y de esto me siento hoy más orgulloso que nunca.

Alumno de 6º del Hospital Universitario Nuestra Señora de Valme. Curso 2012/13

Medicina… ¿por qué?

Junio… Una semana antes de selectividad…

Tenía 17 años y un futuro por delante que no veía nada claro, un futuro que te asusta…Desde los 3 años hasta los 17 estuve en el mismo colegio, con los mismos compañeros, con los mismos profesores casi, arropada siempre por el mismo entorno y un expediente académico más que bueno, más por mi capacidad de retener conceptos que por el trabajo y esfuerzo que le dedicaba, que era más bien justo. 

Mi madre siempre me había instado a estudiar Administración de Empresas, y yo nunca le había dicho que no, sólo me dejaba llevar. Pero cuando llegó el momento de decidir, supe que ese no era mi camino, no me gustaba.. pero ¿qué era lo que me gustaba? Me gustaban muchas cosas, pero no me sentía capacitada para decidir, en un tiempo récord, que quería hacer el resto de mi vida. En algún momento tienes que tomar esa decisión, pero a mí con 17 años me pareció que no estaba preparada para tomarla. Observaba a mis amigas, siempre decididas, con vocación para sus carreras, y me asustaba… me asustaba estar perdida y parecía ser la única. Me armé de valor y hable con mi madre, no quería el futuro que ella me había preparado, y con un inmenso libro de carreras universitarias en España que mi profesor de Historia me había facilitado, me enfrasqué en la búsqueda de la carrera ideal.

No fue fácil tomar la decisión, medicina era una carrera muy larga, pero aportaba los requisitos que me había fijado: No quería monotonía, quería sentirme útil, estar cerca de la gente y ayudarla, sobretodo ayudarla. Decidí que era una carrera con futuro y después de todo este tiempo aquí estoy, en el último año de carrera. No ha sido fácil, me perdí por el camino varias veces, y encontrarme ha sido un proceso aún más difícil que la propia carrera. Sabía (o creía saber) lo que era trabajar de médico, pero desconocía la carrera, y debo admitir que no me gustó. Todo el tiempo que había que dedicarle (tu vida, prácticamente), sin estar acostumbrada a esforzarme demasiado para conseguir sobresalientes, asignaturas que no entendía y no me gustaban (sobretodo el segundo año, ¡qué asignaturas!), y llegaron los suspensos, los llantos y las ganas de abandonar por algo más fácil.

Pero nadie dijo que fuera fácil, ha sido un reto para mí, y me gustan los retos. Aprendí el valor de esforzarme, del trabajo bien hecho, a descubrir la maravillosa sensación de entender la complejidad del ser humano, de poder ayudar… Esa satisfacción personal no me la hubiera dado ninguna otra carrera. Aprendes a sacrificarte, a ver la vida distinta, a contar los días del año con respecto a los días que te quedan para el próximo examen y lo más fascinante de todo, es que te sientes bien. He madurado en estos años más que en el resto de mi vida. Todas las trabas, los malos momentos, los instantes de querer tirar la toalla, los agobios de los exámenes…Todo se olvida y empieza a cobrar sentido cuando ves la cara de ese paciente, agradecido, al que has conseguido ayudar… Ese paciente que confía en ti incluso más que tú en ti mismo, y te da fuerza para superar tus inseguridades.

Todo esto lo he aprendido a lo largo de la carrera, y, aunque sigo pensando que con 17 años no estaba preparada para organizar el resto de mi vida, volvería a repetir la experiencia, porque no hay ningún otro trabajo que me pueda reportar mas gratificación, y todo lo demás, el duro camino, queda reducido a nada cuando sientes dentro de ti que dentro de poco serás MÉDICO. Pilar Mata Castellanos. Medicina 6º Hospital Universitario de Valme de la Universidad de Sevilla.

Printfriendly