Empezaré diciendo que la Medicina no es
mi pasión. Siempre se habla de que esta es una carrera vocacional de necesidad.
Eso me asustó una vez dentro, pues no creo que ese fuese mi caso, pero no me
hizo pensar que me había equivocado, simplemente asustaba, pues parecía
imposible que te pudiese gustar y pudieras entregarte si no soñabas con ella
desde antes de nacer. Yo puedo decir que eso no es verdad (por si eso ayuda a
quienes ahora estén asustados como yo lo estaba).
L. H. R., alumna de 6º de Medicina en el Hospital de Valme. Promoción 2006-2012.
Un verano, lejano a mi futura elección,
hablaba con una amiga algo mayor. Me confesaba su deseo de hacer medicina y su
temor de no llegar a la nota exigida. A partir de ese momento empezó a rondarme
por la cabeza. He de reconocer que el "reto" de tener elevada calificación
fue un plus en la primitiva idea de motivación que se me iba formando, pero
luego quedaba atrás acrecentado por otros beneficios como sería el tratar con
personas, ayudarlos, acompañarlos, resolver problemas... Me fascina (y aún no
termino de creerme) que tengamos esa capacidad. Es algo maravilloso que espero
conservar el resto de mi vida profesional, rodeándome de gente llena de ilusión
que me ayuden a que no se apague la mía.
El camino para esta elección fue fácil
hasta bachillerato. Tenía muy claro que mi formación académica iba dirigida por
la rama de la salud. Siempre me encantó biología y no iba a dejar de cursarla. Al
empezar bachillerato empecé a evaluar las distintas carreras. Iba descartando y
siempre quedaba Medicina. La carrera que yo estudiase debía cumplir varios
requisitos: que me gustase, que el trabajo estuviera enfocado al contacto con
las personas (no quería trabajar en un laboratorio, ¡a mí me gusta la gente!),
con relativa seguridad de trabajo futuro y cierta estabilidad. No penséis que
era rígida en estos aspectos, pero ahora creo que eso es en lo que pensaba (¡ya
ni me acuerdo bien!).
Todo esto era un debate y discusión
interna. Al principio, no decía nada cuando me preguntaban qué estudiaría. Aún
no quería convencerme de que eso es lo que quería hacer por miedo a la elevada
calificación necesaria para el ingreso en la facultad, así que decidí que no
fuese mi única opción, por si no había "suerte" y me quedaba fuera. Cada
vez más todo este razonamiento me funcionaba menos y la idea de hacer medicina
era más insistente, lo cual me hizo luchar por entrar con esfuerzo y renuncia.
No me arrepiento.
No tengo familiares médicos ni sanitarios
de ningún tipo, así que desconocía totalmente la profesión, el trato, el
trabajo, el estudio... Los primeros años... ¿feos?, no sé si tanto, pero la
verdad es que se hacía difícil estudiar cosas que, aunque me resultaban
interesantes, no era lo que yo quería aprender. Una vez superada esta prueba
llegamos a las cosas "bonitas": las enfermedades (lo feo es decir que
las enfermedades son bonitas). Aprendimos mecanismos diagnósticos y
tratamientos y empezamos a sentirnos médicos (jajá). ¡Esto sí que es bonito!
Empezamos a movernos por el hospital, a contactar con los pacientes, a
escucharlos, a adivinar algún que otro diagnóstico y sentirte un hacha por
ello. Luego nos decían que la historia clínica hay que dirigirla, que si no el
paciente se va por las ramas y nos cuenta detalles que no interesan...
Realmente es verdad, pero a mí me gustaba escucharlos (aunque me dificultaba el
trabajo que tenía que hacer, que era historiarlos).
Una vez dentro ya estaba pasado lo peor...
¡No! En la carrera he tenido algunas asignaturas atascadas que me tocó trabajar
mucho y muchas veces para que salieran adelante. Tampoco ha sido fácil compaginar Medicina con
la gran afición que siento por el teatro. La medicina te exige gran
exclusividad en dedicación y esfuerzo, y yo no se lo he dado. Por una parte me
da pena no haber disfrutado al máximo de la carrera, por otra, me siento
orgullosa de haber podido defender y compaginar ambas. Me encantaría que mi
aportación ayudara a todos los que se identifican con mis sentimientos de
incertidumbre e ilusión iniciales. Al otro lado del río, habiendo cruzado por
todos los años de estudio, la sensación es totalmente diferente que al empezar
a estudiar la carrera interminable de seis años. Nosotros ya podemos decir que
se llega, y se termina y una vez ahí te das cuenta que el tiempo pasó
rapidísimo.
Es fantástico el haber sido capaz de
finalizar el camino y volver a sentir emociones similares ante la nueva e
inquietante etapa que ahora comienza...
L. H. R., alumna de 6º de Medicina en el Hospital de Valme. Promoción 2006-2012.