Son muchos y a la vez sencillos los
motivos por los que empecé a estudiar medicina. Ya desde pequeña me fascinaban
todos los temas relacionados con el cuerpo humano y la naturaleza. Mis
asignaturas favoritas siempre fueron las de ciencias en general: la biología,
la química, la física… Aunque tenga gracia, creo que el canal Discovery Chanel
tiene bastante culpa de que me enamorara de la medicina. Recuerdo perfectamente
como con 12 años empezaron a emitir un documental sobre urgencias en varios
hospitales de EEUU. Al mismo tiempo también recuerdo como mi madre con cara de
asco me dijo que me fuera a mi habitación si quería ver eso, porque ella no
estaba dispuesta. La visita semanal con ese documental me hizo darme cuenta de
la fascinación que sentía por esa profesión. Cada año que pasaba tenía más
claro que yo quería ser médico, hasta el punto de no plantearme una segunda
opción.
Cuando entre en la carrera me desilusioné un poco, pues no era lo que
yo creía. Apilaba apuntes cuyo contenido se alejaba bastante de lo que yo tenía
en mente. A pesar de ello no perdí las ganas y supuse que tendría que esperar y
avanzar en los cursos para entrar en materias más interesantes. Es bastante
cómico como la gente te etiqueta por ser estudiante de medicina y aunque estés
en primero, muchos te considerarán ya un experto en la materia, cuando en
realidad tienes menos idea que cualquiera. Familiares y amigos recurrirán a ti
para enseñarte sus analíticas, recetas, heridas, lunares varios… “¡Mira lo que
me ha salido en la lengua!, ¿Qué crees que puede ser?”. Tú le miras y con
muchísima tranquilidad dices: “Pues una llaga, ¿Qué quieres que sea?” y tu
amigo se te queda mirando como decepcionado con tu diagnóstico, que te dan
ganas de decirle “Vente a mi casa en un momento y te hago una biopsia si te
parece”. También hay gente que cree que por estudiar medicina tienes rayos x en
los ojos como Superman o algo así.
Cuando llegué a cuarto curso y empezamos a estudiar las asignaturas clínicas mi fascinación por la carrera volvió y mi curiosidad insaciable por fin tenía alimento. Me encantaban las clases, me motivaban las prácticas y no me molestaba en absoluto sentarme a estudiar. Ese año me di cuenta de que estaba en la carrera más bonita que existe. Por aquella época, incluso cuando la vida no me sonreía, por circunstancias varias, la medicina fue mi combustible.
A día de hoy, a escasos 4 meses de licenciarme miro atrás y se dibuja en mi cara una sonrisa de añoranza. Pienso en lo rápido que han pasado estos seis años, todo lo que he aprendido y la gente tan buena que me llevo conmigo. Al mirar al frente, sin embargo, no puedo evitar sentir una mezcla de euforia, miedo e inseguridad. Solo espero que al pasar otros seis años eche la vista atrás y pueda sentirme orgullosa de tener la suerte de dedicarme a lo que siempre he querido.
Cuando llegué a cuarto curso y empezamos a estudiar las asignaturas clínicas mi fascinación por la carrera volvió y mi curiosidad insaciable por fin tenía alimento. Me encantaban las clases, me motivaban las prácticas y no me molestaba en absoluto sentarme a estudiar. Ese año me di cuenta de que estaba en la carrera más bonita que existe. Por aquella época, incluso cuando la vida no me sonreía, por circunstancias varias, la medicina fue mi combustible.
A día de hoy, a escasos 4 meses de licenciarme miro atrás y se dibuja en mi cara una sonrisa de añoranza. Pienso en lo rápido que han pasado estos seis años, todo lo que he aprendido y la gente tan buena que me llevo conmigo. Al mirar al frente, sin embargo, no puedo evitar sentir una mezcla de euforia, miedo e inseguridad. Solo espero que al pasar otros seis años eche la vista atrás y pueda sentirme orgullosa de tener la suerte de dedicarme a lo que siempre he querido.
Encarnación Andújar Gutiérrez. 6º de Medcina en la FM de Sevila. HUV Valme.
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