Los alumnos de la Facultad de Medicina de Sevilla reflexionan sobre las razones y las emociones que los motivan para estudiar medicina. Se invita a participar en el mismo a estudiantes de otras Facultades de Medicina u otras personas interesadas en participar en el mismo con sus comentarios (Students of the Faculty of Medicine of Seville reflect on the reasons and emotions that motivate them to study medicine. Are invited to participate in the students from other medical schools or other interested persons to participate in it with your comments). (Pablo Bonal Pitz).

Encuentro una motivación realmente importante para estudiar Medicina en el hecho de la Cooperación Internacional

El destino de muchas personas está escrito, o al menos, el mío parece ser que sí lo estaba.

Desde muy muy pequeñito y sin uso de razón, ya decía que quería ser bombero para ayudar a los demás. Mi instinto ya me decía que lo que me haría feliz de verdad sería socorrer a los demás cuando tengan un apuro o sufran necesidades. Lo que no sabía realmente es que esa vocación iba a ir afianzándose sobre el campo de la medicina.

Siempre he sido un apasionado de la ciencia, me hacía igual de feliz un atlas de anatomía que un juguete como regalo de cumpleaños. He perdido la cuenta de los libros y revistas sobre ciencia que he leído y coleccionado a lo largo de mi infancia y juventud, sobre el universo, dinosaurios, animales e insectos, química y, ocupando la mayoría del volumen, sobre el cuerpo humano. Todo lo que descubría era insuficiente, porque, cuanto más aprendía, surgían más y más curiosidades. Una cosa ya tenía yo clara: quería ser científico.

Tanto en el colegio como en mi casa, nunca he dudado en echar una mano cuando fuese necesario y al que lo necesitase. Tenía especial empatía y preocupación por los más aislados del instituto, o por las injusticias que yo veía; siempre quería lo mejor para los demás, y no entendía porqué algunas personas y sociedades de este mundo no tuvieran derecho a no sufrir. Pero claro es verdad, que durante mi época de instituto poco me preocupaba mi futuro laboral, sino mis deberes diarios, superar los controles y jugar con mis amigos todo el máximo tiempo posible. Pero al llegar bachillerato, llegaba la hora de tomar una decisión muy importante para mi vida: ¿qué quiero estudiar en la universidad? Muchas opciones rondaban mi cabeza aún, pero siempre terminaba respondiendo que quería ser médico, aunque no lo tenía tan claro. Así que me decanté por la rama de ciencias de la salud.

Un acontecimiento en mi vida me hizo ver claramente que mi amor por la ciencia estaba totalmente vinculado a ayudar a los demás cuando pasé el primer curso de bachillerato. La nota que saqué no me llegaba para acceder a Medicina en la universidad, y empecé a plantearme seriamente mi futuro. En un principio pensé que cualquier opción relacionada con la ciencia me haría feliz, pero, tras hablar muchas veces con mi padre sobre el tema y con una psicóloga (que me ayudó a orientarme), supe que nada tendría sentido si no fuese médico el resto de mi vida; no me importaban todas las contras que me surgieran por escoger ese camino, porque ese camino, sólo con pensarlo, me hacía sentir enormemente feliz. Ya no podía imaginarme sin hacer otra cosa, así que decidí repetir el bachillerato voluntariamente para mejorar mi nota.

Este hecho me hizo encontrar a mi médico interior que estaba deseando salir a flote, y que desde entonces se va acrecentando conforme sumo experiencias a mi vida, no sólo relacionadas con mi formación como médico, sino de todos los aspectos que surgen del día a día. Hubo un año que flaqueó mi motivación para ser médico, atravesando una etapa de “burn out” personal, y me replanteé dicha profesión. Pero, el hecho de tratar con pacientes y ayudar de manera directa, me disolvieron cualquier duda brotada.

Además de todo esto, encuentro una motivación realmente importante para estudiar Medicina en el hecho de la Cooperación Internacional. Creo que no hay nada más satisfactorio que sentir que ayudas a personas que realmente lo necesitan para salir a flote de sus situaciones verdaderamente dramáticas. Siento que ser Médico es estar todo lo cerca que se puede estar de ser un creador de milagros (desde el punto de vista de enfermos y familiares). Aportas calor, tranquilidad, salud o calidad de vida, todo ello haciendo lo que más me gusta, una profesión a la que estoy aprendiendo a amar desde la humildad, la responsabilidad y la dedicación.

Si volviese atrás…

Desde que tengo recuerdos he querido ser médico, no sé por qué, tampoco me lo preguntaba pero eso era lo que quería. De hecho, nunca tuve dudas hasta el año en el que de verdad había que decidirlo pero ahora creo que las dudas se debían a la magnitud de la decisión que había que tomar.

Así, unos con notas sobradas, otros más justitos, unos muy vocacionales, otros sin saber muy bien cómo han llegado hasta allí, entramos todos en primero de carrera con muchísima ilusión. Recuerdo muy bien el primer día de curso porque la decana nos dijo que íbamos a tener que estudiar más que nadie pero que habíamos escogido la carrera más bonita de todas.
 
Y ahí empezó todo…hasta hoy (y lo que queda, que aunque es poco, no hay que menospreciarlo). Sin embargo, van pasando los días y los años y la carrera resulta decepcionante. La docencia, salvo contadas excepciones, deja mucho que desear y las prácticas, por regla general, indescriptiblemente malas. Entonces, vas pasando horas y horas de biblioteca, haces grandes amigos y tu vida gira en torno a la carrera.

A veces no puedes más, los meses y meses de exámenes te agotan y las prácticas te van desgastando. En medio de todo esto hay muy buenos ratos, muchas risas, muchas lágrimas… Y en los muchísimos créditos prácticos, que he de decir que la mayoría son innecesarios e imposibles de llevar a cabo por la propia organización del sistema, llega un día en el que el médico que te toca en las prácticas tiene un buen día o lo tienes tú o por lo que sea aprendes algo y entonces vuelves a sentir esas ganas y esa ilusión de primero de carrera y recuerdas porqué decidiste ser médico.

Y aunque pueda parecer lo contrario, si volviese atrás escogería medicina de nuevo y si alguien me pregunta se la recomendaría firmemente porque, en definitiva, merece la pena.

Animo a todos aquellos que de verdad deseen ser médicos a que se embarquen en esta aventura

Siempre me he sentido atraída por el mundo de la medicina, tanto por sus aspectos más científicos y técnicos como por los aspectos más humanos; cómo no sentirse fascinada por la perfección mecánica del corazón, la complejidad del sistema nervioso central o el poder de la psique humana; cómo no disfrutar de esta profesión que cada día nos demuestra lo importante que es ser una buena persona y que nos inspira para superarnos cada día, ayudando a aquellos que nos necesitan.

Pero para llegar a ejercer la medicina y poder ayudar a los demás debemos pasar por la facultad, y estudiar la carrera de Medicina. Tengo que reconocer que la carrera me ha resultado larga y muy dura, sobre todo los primeros años, pero no me arrepiento de haberla estudiado, y animo a todos aquellos que de verdad deseen ser médicos a que se embarquen en esta aventura. Lo llamo aventura aunque a veces resulte una verdadera odisea: vais a tener que enfrentaros a temarios absurdos, clases soporíferas, exámenes injustos y prácticas indecentes, pero también conoceréis a aquella persona que os inspirará, que admiréis y asentará las bases del tipo de médico que realmente queráis ser en un futuro.

Actualmente soy estudiante de sexto, me faltan unos meses para poder terminar y lo que he aprendido de mi experiencia es que hay que estudiar medicina, porque es una profesión preciosa, muy gratificante desde el punto de vista personal e intelectual, y aunque a veces la situación se nos complique, surjan dificultades o tengamos miedo, no debemos inquietarnos, pues siempre podemos pedir ayuda a nuestros compañeros, amigos y familia, que nos apoyaran y ayudaran a seguir adelante, para poder alcanzar al fin la meta: ser buenos médicos.

Agradecimientos a mi pareja, mi familia y mis amigas por acompañarme en mi camino. 

Me encanta lo que he estudiado, descubres aspectos de la relación médico-enfermo que jamás te llegas a plantear desde el punto de vista del paciente, nace en tí un afán de superación increíble

Tras 6 años de carrera llenos de alegrías y penas, pero que de cualquier modo han pasado rapidísimo, aquí me encuentro, haciendo algo que, aunque parezca extraño, nunca me había planteado… pensar en los motivos que me han llevado hasta aquí, hasta faltar pocos meses para licenciarme en la carrera más vocacional del mundo: Medicina.

Tras mucho pensar y echar la vista atrás, me he dado cuenta de que he pasado por distintas etapas en cuanto a los motivos que me impulsaron a querer ser médico:

- A los siete años quería ser médico por influencia televisiva: se hizo popular la serie americana “Urgencias”, y todo cambió. Idealicé, al igual que cualquier persona sin relación con el mundo de la medicina, la profesión; quedé fascinada por la maravillosa y estresante imagen que se nos mostraba de la vida en las urgencias de un hospital.

- A los 15 años empecé el instituto, aunque aún algo influenciada por la televisión, a día de hoy creo que los verdaderos motivos habían cambiado: a pesar de no tener ningún familiar médico, descubrí que me gustaban especialmente “las ciencias” y, ¿por qué no estudiar Medicina? Al fin y al cabo, tenía buenas notas, era una posibilidad que siempre había barajado, y los profesores y orientadores me animaban a intentarlo…En los últimos años del instituto, y sin darme cuenta, conseguir plaza para estudiar Medicina pasó de ser una meta a convertirse en una obsesión probablemente alimentada por la competitividad de mi entorno académico.

- Una vez empezada la carrera, todo cambió: descubres que la idea que tenías del Hospital y el Centro de Salud es totalmente equivocada, que las condiciones de trabajo no son óptimas (mucho esfuerzo, dedicación, y demasiada responsabilidad para tan poco reconocimiento…), que en ocasiones prima el factor económico sobre el bien del paciente…y, sin embargo, me he dado cuenta de que no podría haber elegido mejor: me encanta lo que he estudiado, descubres aspectos de la relación médico-enfermo que jamás te llegas a plantear desde el punto de vista del paciente, nace en tí un afán de superación increíble: quieres mejorar siempre un poco más porque cualquier avance tuyo puede suponer una mejoría enorme para otras personas, aprendes a apreciar el valor de un buen trabajo en equipo, tengo menos clara que nunca la especialidad que quiero hacer porque cada año he sumado un par a lista …

En definitiva, durante estos seis últimos años me he dado cuenta de que realmente sí quiero ser médico.

Es la aplicación más útil, humanitaria y comprometida que tiene la Ciencia


A los 7 años de edad decidí que quería ser médico. Puede parecer absurdo, porque a esa edad es imposible saber qué es lo que vas a querer hacer en la vida, pero en mi caso, si he de contestar sinceramente así fue. En realidad, de niña para mí era simplemente un juego, supongo. El caso es que me fascinaba establecer diagnósticos a mis muñecas, operarlas, diseccionarlas y volverlas a componer. Luego venía la fase de cuidados, que también me parecía fascinante. Montaba un hospital en mi propia casa y cada muñeca tenía incluso su propio historial. Por otra parte, también me atraía especialmente el tema de la muerte. A veces montaba una especie de agencia de trabajo temporal en la que no faltaban puestos de maquillador de muertos y forenses.


Sin embargo, a pesar de que en mi familia todos pensaban que esa obsesión por la medicina desaparecería, (ellos pensaban que idealizaba), con los años se convirtió en algo mucho más fuerte y en una idea sólida con otros motivos distintos de los que me movían en la niñez. Ya en el colegio, en las asignaturas de ciencias, los temas de anatomía humana, fisiología, me entusiasmaban y siempre me “sabía a poco”. La cosa seguía repitiéndose en el instituto y comprendí al menos que lo mío no eran las letras. Por supuesto no podía “dormirme en los laureles” si quería entrar en la Facultad, ya que la nota de corte era alta; me propuse alcanzar la nota y lo conseguí, afortunadamente. 

Una vez dentro de la carrera y a poco de terminar verifico que Medicina es una carrera preciosa. Pienso que es la aplicación más útil, humanitaria y comprometida que tiene la Ciencia. También he comprendido que mi vocación es la tarea asistencial. Siempre he admirado la labor del buen médico: me parece una profesión entregada, bondadosa, inteligente y cuya finalidad es el bienestar de la gente. La Salud es un bien preciado que la gente busca preservar y recuperar, y parte de esa ayuda la encuentra en el médico. Me fascina la idea de que muy pronto podré salvar vidas, traerlas al mundo, curar a gente enferma, aliviar los síntomas, acompañar en el dolor, en definitiva ayudar a la gente. 

Creo (egoístamente) que ejercer medicina va a ser para mí, la profesión que más satisfacciones me van a reportar. Y no pensaré aún en el sufrimiento, que también me producirá, para no arrepentirme precozmente… Y por último viene la razón menos romántica que puedo dar. Me educaron para ser una persona independiente, y por fortuna, la medicina está bien remunerada. Sinceramente, los honorarios no son los que me empujaron a estudiar esta carrera, porque aunque fuera menor la retribución de este trabajo, también la hubiera estudiado, aunque he de reconocer que si bien de pequeña nunca me planteé esto, las necesidades lógicas del ser humano adulto me han llevado a considerar esto como una razón también de peso, aunque repito, nunca sería la razón primordial.

Yo no animaría a nadie a estudiar medicina si no está movido/a por ese resorte invisible que es la vocación. Ni tampoco por tradición familiar como veo en muchos casos. El amor por cualquier disciplina es lo que hace que ésta evolucione y dé como resultado una mejora sustancial del sistema en cualquiera de sus vertientes: económica, social, política… que dará como resultado el buen equilibrio de la sociedad en la que nos ha tocado vivir.

La vocación médica no es más que la firme idea de amar a las personas y que se encuentra realmente dentro de todos

Una vez escuche en una serie de televisión sólo hay cuatro motivos reales por los que estudiar medicina: “mujeres, poder, dinero y más mujeres”. Y es que la profesión médica debido a la “información” que proporcionan ciertos medios de comunicación está muy mitificada con ese halo de ser imprescindible en la comunidad, de ser todopoderoso y mirar a los demás desde lo alto de tu bata.

Personalmente no tuve ningún motivo especial que me condujese a elegir esta carrera, pero al llegar el momento de elegir una carrera pensé en la figura del médico enfrentándose a la enfermedad e incluso a la muerte e irremediablemente elegí medicina. Iluso de mi.

Tras muchos años de apuntes interminables, exámenes con temarios infinitos, prácticas mal estructuradas y muchas noches en vela; ha habido momentos buenos y momentos malos, pero siempre he tenido la certeza de que todo me iba a llevar a ser feliz y aunque cansado me siento satisfecho de poder haber aprendido lo que es la medicina, y la capacidad que tiene esta de aliviar el sufrimiento de las personas. Hoy sé en qué consiste el ser médico, y estoy aun más ilusionado con la tarea que he elegido. Como una vez dijo un profesor en clase: “Creíais que veníais a curar, y estáis aquí para cuidar”.

Dicen que la vocación médica se tiene o no se tiene, pero creo que la vocación médica no es más que la firme idea de amar a las personas y que se encuentra realmente dentro de todos.

Actitud y vocación

En mi caso la medicina ha sido una vocación, más o menos manifiesta a lo largo de mi vida, desde pequeña cuando tenía que ir a un centro de salud o al hospital, se convertía en un momento especial, me fijaba en todo en cuanto cruzaba la puerta, las batas, los fonendos, todo el material de los carros de enfermería y cada detalle de las consultas, pero de todo, lo que mejor recuerdo es que me encantaba el olor a desinfectante. Me impresionaba ese ambiente desde que era una niña.  A los 6 años me operaron de una hernia inguinal, salvo por el dolor postoperatorio, para mí fue una excursión; pasillos, quirófano, me enseñaron los despachos, la sala de enfermería, y me dejaron escuchar por primera vez con un fonendo...

Sin embargo nunca dije que quería ser médico, ni estudié especialmente con ese fin, sólo estudié para mí, no te lo puedo explicar, simplemente sabía que lo sería, y lo mismo me ocurre con la especialidad, me apasiona la medicina en casi todos sus ámbitos, pero tengo la certeza de que he “nacido” para la cirugía.

Mi paso por estos 6 años de carrera ha sido armonioso, integrando tonos agudos y graves, esforzándome por conseguir lo que quería sin renunciar a nada que considerase importante, mi objetivo es vivir bien. Lo mejor de estos años y lo que ha facilitado todo, ha sido el excelente equipo de amigas y trabajo que hemos creado, ellas son las que han conseguido que la carrera sea una partitura y no una carrera de obstáculos, son parte de los cimientos del médico que llegaré a ser.

Durante el segundo ciclo, por fin hemos interactuado con los pacientes y los médicos, aprendiendo desde la forma de comportarse, de explorar, de tratar con los pacientes y los familiares, hasta a saber rellenar peticiones de rayos, de laboratorio o manejar Diraya, intentando ser una esponja y mantenerme activa, ¡Aunque sea para sacar pegatinas de la impresora!

 Me siento muy afortunada porque en estos años he tratado con médicos realmente implicados en la docencia (no todos), que han puesto a mi disposición su tiempo, sus conocimientos y sus ganas, convirtiéndose en mis modelos a seguir, y esperando que cuando me encuentre en su lugar, trate de la misma manera a mis futuros compañeros. Tengo muchas ganas de pasar a la siguiente etapa y vivir cara a cara la residencia. VPD.

¿Por qué me gustaría ser médico?

Es una pregunta bastante complicada de responder, a lo mejor ahora, podría tenerlo algo más claro, pero la verdad es que cuando eliges la carrera de medicina, lo haces, porque crees que te gusta la medicina y en cierta forma la tienes idealizada, pero a lo largo de los años, y mientras vas teniendo algún tipo de contacto con los pacientes, la idea de ser médico cambia de forma diferente, pero a la vez positivamente.
El pensar que puedes ayudar a personas, es algo excepcional, es un trato de humanidad hacia los demás, la recompensa que produce que alguien te de las gracias por ofrecer tus conocimientos y parte de tu comprensión, no creo que haya muchas profesiones que tengan estos beneficios personales.
La experiencia  de ver ante nuestros ojos, la evolución de la vida, desde el nacimiento, cuando se ven  a los bebés con sus respiraciones profundas, taquipneicos , taquicárdicos, con una fuerza increíble de intentar  acomodarse a la vida que se les está ofreciendo, el intento de sobrevivir… hasta los cuerpos ancianos, decadentes que se van agotando, y marchitando poco a poco.
Pues no me gustaría ser médico, por el simple hecho de serlo, sino que me gustaría serlo, porque creo que es un trabajo muy reconfortante, muy agradecido, y muy socializador, con lo cual aprendes de cualquier persona, por muy diferente que parezca a nosotros. 
A mi parecer, te hace poner en situaciones límites, que tienes que resolver, más o menos rápido dependiendo del ingenio de cada uno, y que no siempre tienen el resultado que esperábamos. Además no siempre está compensado lo que realizas, pero a medio o largo plazo, tienes que sentir una gran satisfacción personal, contigo mismo, y con el resto de personas de las cuales, cada una de ellas, cada uno de nuestros pacientes nos aportará algo a nuestras vidas.
M.N.B.A

Me parece una ciencia apasionante a la vez que compleja y pienso que podría aportar aunque sea un poquito a esta sociedad de la que formamos parte

Todo empieza desde que era niña, por suerte o por desgracia he tenido mucho contacto con en ámbito hospitalario a causa de la larga enfermedad de un familiar muy cercano. Al contrario de rechazo habitual de los niños por las batas blancas, a mí me apasionaban, veía a esas personas como superhéroes capaces de de ayudar a gente muy enferma.

Como anécdota contar que con 9 años aproximadamente formaba parte de un equipo infantil de baloncesto y en una exhibición mis padres vinieron a vernos jugar. Recuerdo perfectamente que al finalizar el partido mi padre me dijo que debía de cambiar un poco mi forma de jugar ya que en cuanto un compañero caía al suelo yo soltaba el balón para ayudarle a levantarse y así no ganaría nunca. No entendía lo que me quería decir ya que para mí era lo que debía y quería hacer. Así que le respondí  “Papá a lo mejor no juego como a ti te gusta pero yo se que lo hago bien”. Supongo que estos detalles de mi vida y de mi personalidad me han llevado a estudiar Medicina.

Con el tiempo pude entender que los que para mí eran como superhéroes no lo eran, ni nada por el estilo, pero aún así me seguía llamando la atención todo lo relacionado con la sanidad (odontólogos, enfermeras, veterinarios y por supuesto médicos). Supongo que por el hecho de que hubiese enfermos y existiesen otras personas que se dedicaran o pudieran al menos aliviarlos; en fin y al cabo su trabajo era ayudar.

Ahora que estoy, por fin, acabando la carrera no tengo del todo claro si he tomado la decisión correcta, supongo que cuando me dedique a esto y con la experiencia, quizás lo tendré un poco más claro. Aunque a veces reflexionando concluyo que si con dudas incluidas, continuo con mis estudios con cierta ilusión creo que no estoy tan lejos de lo que deseo.

Por otro lado pienso que estas dudas son normales y positivas ya que no creo que vengan por una falta de vocación sino por un cierto miedo a no estar a la altura de lo que yo considero ser un buen médico. Por tanto este miedo me sirve para que no se me olvide que debo preocuparme y exigirme en todo lo posible para poder llegar a lo deseado por una cuestión social y personal. No quiero olvidar que podemos ser muy útiles simplemente realizando un buen trabajo día a día, lo que yo llamo responsabilidad para con los demás.

Con respecto a la especialidad mi intención hoy día es Medicina de Familia simplemente porque dentro de este campo, es la que abarca a mayor población, por la posibilidad de desarrollo profesional y personal además de la salida profesional que tiene actualmente.

En definitiva estudio Medicina porque me parece una ciencia apasionante a la vez que compleja y pienso que podría aportar aunque sea un poquito a esta sociedad de la que formamos parte. Aunque la razón más importante es que estoy casi segura de que puedo ser muy feliz realizando esta labor. SAA

Quiero ser médico, por su universalidad, por su humanidad, por su sencillez y su complejidad.

Son muchos los estudiantes que en algunos momentos de su vida escolar se han planteado “ser médico”.
 Es una profesión clásica y sugerente para todos. Pero: ¿dónde se encuentran las raíces de tantas aspiraciones? Sería una pregunta fácil y a la vez compleja de responder. Fácil en el sentido de que supone un status profesional libre, vocacional, independiente de intereses sociales, económicos, bien considerado dentro de las actividades humanas por su vinculación con las relaciones de los demás, sin vinculaciones de apego clasistas, por lo menos en nuestra sociedad y en nuestros días. Todo el mundo está encantado de tener un médico en la familia. Compleja porque requiere, o por lo menos así lo creo, mucho convencimiento para adentrarse en el amplio, insondable, cautivador mundo de lo que llamamos medicina hoy en día. Todo el mundo quiere ser médico pero pocos están dispuestos a hacer el sacrificio de los años universitarios y posteriores.
Lo difícil es sentirse realmente identificado por ese rumbo especializado de las múltiples facetas que supone ser médico, ¿médico de qué? Nos preguntaría rápidamente cualquier persona, hace poco tomando café con unos conocidos me hicieron esa pregunta y al no tener claro qué responder, me preguntaron si no deberíamos saberlo ya que la carrera es vocacional ¿no? Luego me encargue de criticarla con mis amigas de clase pero me hizo pensar. Nos sentimos identificados con la medicina infantil y pediátrica, con las múltiples cirugías, con la medicina del día a día familiar, la inagotable neurología, la expectante psiquiatría… Por todo lo que supone, por los aspectos sencillos, por los retos que se nos plantean una vez siendo médicos, como proyecto de presente, de futuro y para el futuro, quiero ser médico.
“Ser médico” para mí es un proyecto, no sólo profesional, es un proyecto de vida, de sentirme identificado el día a día con la praxis cotidiana y por la inagotable información presta por descifrar, por descubrir. La medicina de nuestros días ha avanzado mucho, pero nunca como ahora, también nos sugiere los retos por conseguir. De todo ello los médicos son partícipes. Esta dualidad profesional “lo que puedo” y “lo que podremos” se hace patente en nuestras profesiones más que en ninguna otra. La tecnología, la investigación estrechamente vinculada a la medicina nos presenta un futuro prometedor, estrechamente anexionados y que ningún médico desprecia.
”Por todo esto quiero ser médico”. Por la grandeza personal y profesional que supone, soy médico en Sevilla, en Europa, en el mundo, en cualquier rincón donde haya seres humanos. Mi profesión me autoriza, me libera, me engrandece, no me ata ni a culturas, ni a idiomas, prejuicios sociales o culturales, clases sociales, un médico colabora, se vincula, se hace de todos en cualquier momento, en cualquier lugar. Por eso quiero ser médico, por su universalidad, por su humanidad, por su sencillez y su complejidad. AQL.

“Enhorabuena a todos, que sepáis que habéis escogido la carrera más bonita del mundo”. Profesor de Anatomía de la Universidad de Sevilla en el primer día de clase.

¿Por qué Medicina? Mi respuesta a esta pregunta quizás no haya sido clara desde el principio, pues quizás esa vocación de la que muchos hijos de médicos hablan yo no la haya tenido. De pequeñita no pensaba en que de mayor querría ser médico, sino que como otros muchos niños pensaba en una profesión divertida, apasionante y que ganara mucho dinero. En el colegio poco a poco me fui dando cuenta que me atraía trabajar en un hospital, ayudar y sentirme útil con esas personas que lo necesitaran parecía bastante apetitoso.

De repente me encontraba estudiando el bachillerato de ciencias sanitarias. A veces creía tener muy claro que ese era mi camino, sin embargo otras veces me planteaba que por qué había tirado yo por ahí ¿y si estudio Derecho? ¿y Arquitectura?. Decidí no pensarlo más, que tarde o temprano la vocación para decidir qué estudiaría, y por tanto, a qué me dedicaría durante bastantes años de mi vida, aparecería sorprendentemente, y que no por pensarlo una y otra vez llegaría a una decisión que me tranquilizara. Sin embargo ahora he de reconocer que siempre tenía en mi cabecita que yo quería ser médico, no sabía qué tipo de médico, ni sabía tampoco muy bien por qué, ni siquiera si sería capaz de conseguir la nota necesaria que se exigía para entrar (en aquel entonces un 7´75).

El bachillerato pasó muy rápido, y cuando quise darme cuenta mi principal objetivo era sacar una nota alta en selectividad, ¿pero por qué? Pues porque aunque no tuviera la certeza, en mi cabeza continuaba la idea de ser médico. Aun recuerdo las palabras de mi profesora de inglés que me dijo: “sé que si te lo propones tú serás perfectamente capaz de estudiar medicina, pero piénsatelo bien, es una carrera larga, dura y vocacional”, y eso me asustaba. Además, acudí a las charlas de asesoramiento que suelen hacerse cada año en cada facultad. Recuerdo que fui a la de Farmacia y a la de Medicina también, y de nuevo el escuchar “Medicina es una carrera de DEDICACIÓN CASI EXCLUSIVA” me asustaba.

Me alegró mucho contar con una nota que parecía cumplir los requisitos para entrar, pero de nuevo las dudas estallaban en mi cabeza cuando se acercaba el periodo de matriculación. Acababa de terminar un bachillerato, una vía de estudio más o menos establecida y que casi todos mis amigos habíamos hecho porque simplemente sabíamos que queríamos estudiar una carrera universitaria. Pero ahora tocaba decidir, una decisión importante, es más, creo q ha sido la primera decisión importante que he debido tomar.

Todavía recuerdo mi primer día de facultad, mi primera clase de anatomía, que aunque no sepa muy bien por qué, las palabras de aquel profesor me tranquilizaron mucho cuando simplemente dijo: “enhorabuena a todos, que sepáis que habéis escogido la carrera más bonita del mundo”. No pude evitar sentirme contenta, orgullosa, convencida de que sí estaba donde yo quería estar. Y aunque simplemente fueron esas palabras tan sencillas, a mí me bastaron para dejar de dudar. Había escogido sin duda la mejor opción.

Sin embargo, he de reconocer que el camino a veces te hace plantearte si realmente tanto esfuerzo merece la pena: temarios con numerosos bloques, cada uno de los bloques con temas interminables, nombres y listas inacabables… y siempre con una bibliografía recomendada para recordarte que aun sabiendo todo eso, en los libros venía mucho más. Exámenes imposibles tipo test, que restan por respirar o que te hacen dudar hasta de tu segundo apellido. ¿Esto es realmente la medicina? Biología, Bioquímica, Estadística, Historia, Documentación y Terminología… ¿dónde está la Patología? ¿dónde están los pacientes?

Ciertamente los primeros años poco tenían que ver con aquello que yo había imaginado, pero más tarde comprendería que todas ellas eran asignaturas necesarias para poder después construir conocimientos sobre esa base. El conocimiento que yo echaba de menos, y que tardó en llegar, puesto que no ha sido hasta el cuarto año de medicina cuando he sentido que de verdad estaba aprendiendo medicina. Los tres primeros años pasaron rápido, fueron duros, y los recuerdo como un interrogante constante a mi pregunta de si era eso lo que yo realmente quería.

Había preguntado a médicos para que me aconsejaran si estudiar medicina era una buena elección, y muchos me habían contestado lo mimo: es una carrera muy sacrificada, muy vocacional, realmente agotadora y que puede quemarte mucho.
¿Sacrificio? ¿Vocación? ¿Tenía yo esas cualidades? No lo sabía, y con mis 20 años mi balance era el siguiente: muchas asignaturas, todas ellas larguísimas (fueran más o menos importantes), muchas horas de estudio, prácticas, seminarios… y había dejado atrás otras muchas cosas que me gustaban hacer. Dejé la academia de baile en la que había estado durante años, abandoné el equipo de voleibol en el que jugaba, salía con mis amigas pero ya no todos los fines de semana ni mucho menos, no había tiempo para muchas de las cosas que siempre me habían gustado hacer.

Pese a todo, ya estoy en sexto, y ahora puedo hacer un balance positivo y realmente no cambiaría el camino que elegí, mi profesor de anatomía de primero tenía razón, aunque a veces creyésemos que no, que tanto sacrificio y horas de estudio (o trabajo en su caso) no merecieran la pena, esa no era la percepción verdadera. Estaba en la carrera más bonita del mundo, e iba a ejercer la profesión más bonita del mundo, porque he podido comprobar en las prácticas en el hospital de cuarto, quinto y sexto, que el trato con los pacientes y el poder ayudarles de alguna manera o simplemente escucharles, informarles de lo poquito que yo pudiera saber, me llenaba hasta el punto de olvidar todo lo anterior. Y si me siento feliz ahora con este poquito que puedo aportar, imagino que sentiré mucha más felicidad y satisfacción cuando mi papel y mi profesión hagan realmente algo importante por alguien. Aún no sé cuál será la especialidad que escogeré, pero sea cual sea quiero estar rodeada de pacientes, de personas con las que hablar y a las que poder ofrecer algo, porque pienso que es lo más bonito que ofrece esta profesión, en la que, a pesar de tener sus momentos malos, siempre volveré a casa con la sensación de haber hecho algo bueno por alguien, por mínimo que sea, y cada día será diferente. Esa profesión que decía querer de chiquitita, no se aleja tanto de lo que finalmente voy a terminar siendo: es una profesión divertida si le pongo toda mi entusiasmo, apasionante si le pongo pasión, y lo que yo considero más importante, no es para nada monótona, cada día será diferente porque cada día estaré con personas diferentes.

Ahora sí, no tengo NINGUNA duda, me he metido en medicina porque es la carrera más bonita del mundo, y más importante, la profesión más bonita del mundo. No puedo hacer otra cosa si no sentirme orgullosa, pues voy a pasar más de 40 años haciendo algo que me gusta hacer, ayudando a personas que lo necesitan de una u otra manera. Y sinceramente creo, que estas cualidades no las cumplen otras profesiones que ahora agradezco no haber escogido cuando no sabía lo satisfactorio que era llegar a casa con la sensación de haber pasado cada minuto haciendo algo importante para alguien. PGB

Motivos por los que escogí estudiar medicina y por los que quiero ser médico


La verdad es que antes de estudiar medicina, cuando estaba estudiando el bachillerato, no me había planteado estudiar medicina a ciencia cierta. Era algo que lo planteaba como una posibilidad, pero al igual que otras carreras posibles de la misma rama. Sin embargo, cuando hice la selectividad mis amigos, viendo al nota que saqué me animaron a que estudiara medicina; y di el paso, sin saber en qué consistía la carrera en sí, aunque tenía una idea general de la profesión.


Cuando entré en la carrera y vi las asignaturas que se daban en primero, segundo y tercero me desmoralicé un poco: a mi parecer no tenían nada que ver con lo que yo tenía entendido que era la carrera.

Sin embargo, cuando empecé con las practicas de patología general y vi lo que era la profesión in situ, me di cuenta de que lo que estaba estudiando era lo mío, lo que me gustaba, la profesión más bonita. Me di cuenta de que en la relación médico-paciente, el paciente le confía al médico lo más valioso que tiene, su vida, generando una relación especial con el médico y dándole a éste un papel muy importante, ya que el paciente se convierte en un autentico indefenso que está en las manos del médico.

Conforme fueron avanzando los años y las
asignaturas
que aprendía eran más similares a lo que tenía yo preconcebido de lo que era la carrera y la profesión me fui animando más y descubrí que ésto era lo que quería verdaderamente, que esa luz que se veía al final del camino era lo que tanto ansié y busqué durante muchos años. FARP

Estudiar medicina es darte cuenta que puedes hacer mucho más de lo que crees y con mucho menos de lo que pensabas.


Medicina es trabajar con personas, no con enfermedades, es adquirir conocimientos no solo para demostrar a otros que sabemos mucho, sino para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de sanar y entender a los pacientes que ven algo más que una bata blanca en nosotros.
Estudiar medicina es darte cuenta que puedes hacer mucho más de lo que crees y con mucho menos de lo que pensabas.  Es más que memorizar datos y definiciones, es brindar tranquilidad, sinceridad y apoyo a los demás.
Estudiar medicina no es luchar contra la muerte, es mejorar la calidad de vida, es buscar todos los medios que estén a nuestro alcance y saberlos usar para sacarles un mayor provecho y así ayudar al paciente, aquella persona que deposita toda su confianza en nosotros y que en muchas ocasiones tiene confianza ciega en nosotros.
Decidí estudiar medicina porque es muy gratificante saber que aunque tengas que dedicar todo tu tiempo y toda tu vida a esto, somos muy pocos los que nos sacrificamos por ver a una sola persona darnos las gracias por hacer tan poco. PM

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