Son
muchos los estudiantes que en algunos momentos de su vida escolar se han
planteado “ser médico”.
Es
una profesión clásica y sugerente para todos. Pero: ¿dónde se encuentran las
raíces de tantas aspiraciones? Sería una pregunta fácil y a la vez compleja de
responder. Fácil en el sentido de que supone un status profesional libre,
vocacional, independiente de intereses sociales, económicos, bien considerado
dentro de las actividades humanas por su vinculación con las relaciones de los
demás, sin vinculaciones de apego clasistas, por lo menos en nuestra sociedad y
en nuestros días. Todo el mundo está encantado de tener un médico en la
familia. Compleja porque requiere, o por lo menos así lo creo, mucho
convencimiento para adentrarse en el amplio, insondable, cautivador mundo de lo
que llamamos medicina hoy en día. Todo el mundo quiere ser médico pero pocos
están dispuestos a hacer el sacrificio de los años universitarios y
posteriores.
Lo
difícil es sentirse realmente identificado por ese rumbo especializado de las
múltiples facetas que supone ser médico, ¿médico de qué? Nos preguntaría
rápidamente cualquier persona, hace poco tomando café con unos conocidos me
hicieron esa pregunta y al no tener claro qué responder, me preguntaron si no
deberíamos saberlo ya que la carrera es vocacional ¿no? Luego me encargue de
criticarla con mis amigas de clase pero me hizo pensar. Nos sentimos
identificados con la medicina infantil y pediátrica, con las múltiples
cirugías, con la medicina del día a día familiar, la inagotable neurología, la
expectante psiquiatría… Por todo lo que supone, por los aspectos sencillos, por
los retos que se nos plantean una vez siendo médicos, como proyecto de
presente, de futuro y para el futuro, quiero ser médico.
“Ser médico” para mí es un proyecto, no sólo profesional, es un proyecto de vida, de sentirme identificado el día a día con la praxis cotidiana y por la inagotable información presta por descifrar, por descubrir. La medicina de nuestros días ha avanzado mucho, pero nunca como ahora, también nos sugiere los retos por conseguir. De todo ello los médicos son partícipes. Esta dualidad profesional “lo que puedo” y “lo que podremos” se hace patente en nuestras profesiones más que en ninguna otra. La tecnología, la investigación estrechamente vinculada a la medicina nos presenta un futuro prometedor, estrechamente aleccionador y que ningún médico desprecia.
”Por todo esto quiero ser médico”. Por la grandeza personal y profesional que supone, soy médico en Sevilla, en Europa, en el mundo, en cualquier rincón donde haya seres humanos. Mi profesión me autoriza, me libera, me engrandece, no me ata ni a culturas, ni a idiomas, prejuicios sociales o culturales, clases sociales, un médico colabora, se vincula, se hace de todos en cualquier momento, en cualquier lugar. Por eso quiero ser médico, por su universalidad, por su humanidad, por su sencillez y su complejidad.
Alicia
QL
6º
de Medicina. HUV de Valme