Los alumnos de la Facultad de Medicina de Sevilla reflexionan sobre las razones y las emociones que los motivan para estudiar medicina. Se invita a participar en el mismo a estudiantes de otras Facultades de Medicina u otras personas interesadas en participar en el mismo con sus comentarios (Students of the Faculty of Medicine of Seville reflect on the reasons and emotions that motivate them to study medicine. Are invited to participate in the students from other medical schools or other interested persons to participate in it with your comments). (Pablo Bonal Pitz).

El médico es, desde que el mundo es mundo, la persona que ayuda a sus semejantes

Es muy probable que a la hora de elegir una determinada profesión entren en juego diversos motivos de todo tipo: conscientes e inconscientes, racionales e irracionales, confesables e inconfesables, muy elevados y frívolos... y que a la hora de exponerlos en voz alta, inevitablemente nos decidamos por los que son más aceptados socialmente, silenciando el resto.

Sin embargo, a pesar de la existencia de este filtro de lo “políticamente correcto”, es indudable que la elección del ejercicio de la Medicina tiene que basarse en motivos de peso para poder soportar la carga que lleva aparejada, carga que empieza a padecerse en cuanto se inicia la formación en la Universidad.

No vamos a negar la evidencia de que, como sucede en cualquier actividad humana, hay buenos y malos profesionales, pero el médico es, desde que el mundo es mundo, la persona que ayuda a sus semejantes. Como no es un santo, puede que lo haga por dinero, o por vanidad, pero el resultado es que siempre está presente en los momentos críticos de nuestra vida: nacemos en presencia de un médico, crecemos y nos desarrollamos bajo la mirada del médico y nos morimos en manos de un médico porque su tarea no termina con el diagnóstico y el tratamiento: cuando ya no hay nada que hacer, al médico todavía le toca consolar, confortar y compadecer.

Visto así, ser médico es lo más “gordo” que puede ser uno en la vida, si se me permite la expresión. No importa que uno se ha matricule en la facultad de Medicina porque su padre es médico y hay que seguir la tradición familiar, o porque el verde de los pijamas de quirófano resulte de lo más “fashion”, o porque crea que va a ganar mucho dinero y prestigio... Como dice Homero en La Ilíada, un médico, sólo por sí, vale por varios hombres.

Tal vez lo importante no es el por qué sino el para qué. Y creo que todas las personas que hemos decidido ser médicos tenemos claro ese para qué: vamos a trabajar para salvar vidas, para aliviar el dolor, para evitar la invalidez, para mejorar la calidad de vida de muchos semejantes... No hay otra profesión que ofrezca esa recompensa. De ahí que estemos dispuestos a hacer la carrera con el pregrado más largo, a pasar otros tantos años haciendo una especialidad y a tener que estar el resto de nuestra vida en continua actualización de nuestros conocimientos.

Ahora bien, tampoco podemos caer en la presunción de que somos omnipotentes: la bata blanca no nos transforma en Superman, de manera que también hay que tomarse las cosas con realismo, que es la mejor vacuna contra la frustración. Porque como se ve claramente en El Séptimo Sello de Igmar Bergman, la vida es una partida de ajedrez en la que el jaque mate lo da siempre la muerte. Pura Martínez Jordà, 6º de Medicina. HU Valme.

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